miércoles, 7 de mayo de 2008

¿Cómo funciona este mundo?


Durante toda mi vida he buscado construir una interpretación efectiva del operar del mundo. He buscado en las explicaciones religiosas, en las científicas clásicas, en la síntesis que alguna vez propuso Teilhard de Chardin de Ciencia y Cristo, en el perfil del hombre de Saint-Exúpery en Ciudadela, y otros más. Las propuestas refundantes de lo humano de Maturana y Varela en “El árbol del Conocimiento”, el desarrollo de lo lingüístico realizado por Echeverría en su “Ontología del Lenguaje”, y ahora último, el trabajo de Varela sobre el operar efectivo de la mente , representan etapas recientes de un hilo que se resume en querer VER. Como dice Teilhard de Chardin al comienzo de “El Fenómeno Humano”, “ver y hacer ver”. Cimentar en una base coherente el pensar, entender y actuar.

Lo aparentemente paradójico es que lo anterior es un imposible por varias razones. La primera de ellas aparece simbolizada en la pintura de Magritte adjunta, y es la conclusión de buena parte del esfuerzo filosófico del siglo XX: no importa cuán sólida y coherente sea la base de nuestra construcción, y la base de la base, en algún momento esta base se hace etérea y es materia de fe, de aquello que se asume cierto.

La segunda razón es que mi mente no existe sin tu mente. Aunque nuestra experiencia es estrictamente individual, pensar no es individual, sino social. Lo que se asume cierto está determinado por la cultura en la que crecemos. Y esto nos lleva al fenómeno de la deriva, del deterioro del saber que se olvida o distorsiona, de la creación que se inventa, del paradigma que ilumina y encierra. Mi saber no se realiza si tú no me entiendes. Y nadie es tan ignorante como para no poder enseñarte algo. El saber es algo colectivo, se valida por su poder en la acción con otros. Esto último es el cambio de acento más importante. Desde construir verdad a construir cultura. Desde lo individual a lo social. Una visión que nos convoque a una mirada común.
Lo que sigue son algunos comentarios a la Ontología del Lenguaje de Rafael Echeverría.

El tránsito desde la tradición oral a la escrita: invención del alfabeto y surgimiento de la filosofía.

• Es sorprendente que la poesía haya sido originalmente “una tecnología para memorizar”, y que el problema de recordar fielmente haya generado una serie de otras nemotecnias. La veracidad o la coherencia en la representación del mundo desde el lenguaje no tomaban forma aún como problemas.

• En la tradición oral, la sintonía emocional con los auditores es esencial para mantener su interés y asegurar la supervivencia del texto. El canto del poeta crea el “encanto” en su público, el que resuena intelectual y emocionalmente en un trance colectivo.

• El texto escrito puede sobrevivir a un olvido temporal. El saber se torna así “objeto” en el mundo, independiente del que sabe, y que puede ser percibido una y otra vez.

• El habla es auditiva, evanescente, mientras que el texto escrito es espacial y permanente.

• La escritura liberó energías que hicieron posible la reflexión. Fue posible pensar temas complejos sin temor a olvidarse o confundirse, así como cambiar de idea una y otra vez guiados por un nuevo criterio: la lógica, inspirada en las coherencias recurrentes de los fenómenos naturales.

• Lo dicho ya no necesita ser dicho por alguien en particular, y adquiere vida o “ser” propio. En vez de concentrarse en los objetos cambiantes, surge el interés por lo permanente y común a todos ellos. Se configura la idea de realidad y la idea misma de idea.

• Que al poder recorrer los relatos orales transcritos una y otra vez, fue posible resumirlos, estructurarlos y “ver” las ideas esenciales. Estas categorías constituyeron la filosofía, la preocupación por lo real y verdadero.

• Se asume que es posible conocer lo real y lo verdadero, y que cada objeto posee atributos permanentes que configuran su ser. ¿Es aquí cuando surge la idea de alma humana?

• La razón orientada a comprender las coherencias del mundo hace posible un control creciente de fenómenos naturales, y se constituye en el rasgo esencial de la especie humana para la cultura occidental. Ser humano, se dice, es poder razonar. El lenguaje es sólo el vehículo del razonamiento.

• Más tarde, la imprenta hizo que estas categorías de los hombres educados (alfabetizados) se extendieran paulatinamente a toda la sociedad a través del sistema educacional.

• Descartes refuerza la idea de mundo objetivo (res extensa) que es comprendido a través de la razón del que piensa (res cogitans). Ambos son ámbitos completamente separados, y la mente “reproduce” el mundo en sí a través de la razón, la que asume a su vez capaz de comprenderlo. La ciencia descansará fuertemente en este supuesto. Lo natural es visto como un gran mecanismo.

La nueva visión

• La filosofía del Siglo XX ha visto tambalear la posibilidad de acceder científicamente a una verdad independiente del observador .

• La producción audiovisual, y luego la comunicación electrónica, han puesto el énfasis en lo observable sensorialmente antes que en el pensamiento abstracto. Ello unido a la enorme aceleración de los procesos de aprendizaje, ha hecho que la noción de cambio capture el primer plano de la atención, relegando lo permanente de las cosas a un segundo plano.

• No da lo mismo una educación basada primariamente en leer ensayos que una basada en novelas. U otra basada en información audiovisual respecto de una basada en lectura. Ni una individual con acceso a fuentes de información diversas respecto de otra basada en conversaciones. No da lo mismo ver cine que televisión por cable. No da lo mismo leer en papel que navegar por textos en Internet. Hay formas distintas de percibir, pensar (y actuar) que se desarrollarían en cada caso, activando “circuitos” cerebrales diferentes.

• Desde la neurobiología y la filosofía se abre paso una interpretación nueva del operar del sistema nervioso y la mente humana. Por un lado, se establece la clausura operacional del sistema nervioso. No es posible conocer una realidad independiente del observador que observa. Por el otro, el lenguaje es reinterpretado como el dominio social en el que se construyen las realidades individuales. El lenguaje es generador de acciones y realidades, en una permanente reconstrucción de los relatos que dan sentido a las acciones propias y la de nuestros interlocutores. Vivimos en mundos interpretativos.|

• El diccionario es una institución precaria, incapaz de cubrir todos los significados de una palabra o frase que un ser humano puede escuchar. Los significados están además en permanente deriva. El significado está moldeado por la circunstancia y la historia de los que escuchan.

• Al no tener nadie acceso a una verdad absoluta, lo que corresponde es el respeto, y la cooperación en la construcción de realidades congruentes, haciéndose cargo de que dichas realidades son precarias, se deterioran y siempre llevan el sesgo de las personas que las conforman.

• La comprensión de la estructura del lenguaje (afirmaciones, declaraciones, juicios, promesas, ofertas, etc.) facilita el trabajo de construir dominios de cooperación.

• La formación de científicos e ingenieros debe abrirse a la profunda diferencia que significa interactuar con sistemas tecnológicos o naturales que no aprenden, respecto de aquéllos que sí aprenden, las personas. La reproducibilidad de la conducta de un dispositivo o fenómeno es lo que permite estudiarlo desde la perspectiva de la ciencia. Es posible hacer afirmaciones que podrán ser validadas posteriormente, dado que el sistema objeto de estudio no modifica su comportamiento. Por ejemplo, la caída libre podrá ser descrita por ecuaciones cinemáticas que se verifican cada vez que se requiere. Es una realidad permanente que no puede ser modificada por el que observa, puede ser registrada y devenir en sagrada y verdadera escritura para ser enseñada por los doctores de la ley.

• Cuando el sistema aprende, se hace difícil comprenderlo desde la ciencia, salvo en aquellas dimensiones que permanecen, que se repiten: su morfología, evolución biológica, conducta general. El aprendizaje implica una realidad en permanente modificación para el que aprende, de significados y motivaciones en permanente revisión, que se traducen en conductas también cambiantes en función de nuevos sentidos para los mismos signos. Lo dicho ahora ya no significa lo mismo algunos instantes después, luego de comunicarse. El enfoque ya no es la ciencia, sino la comunicación, la construcción de un mundo en común a través de un lenguaje que es portador de una historia de convivencia y de significados ya establecidos por el uso, el que aprendemos a lo largo de nuestra vida inmersos en la comunidad que lo sustenta.

Cuando se enfrenta la comunicación con los patrones de la ciencia, sin duda aparecen situaciones conflictivas: el "científico" ve cambios inesperados, caos porque nada se reproduce, y se embarca en intentos de simplificar omitiendo, generalizando o distorsionando para lograr construir un modelo que "funcione". El interlocutor siente frustración por un interlocutor rígido que no percibe el fluir de los significados, que se aferra sólo a las coherencias de lo material, que es incapaz de poesía, que no dialoga ni aprende, con el que no se puede construir ningún puente de creación.

• El conocer también requiere de nuevas visiones. Se ha dicho con insistencia que conocer es adquirir y "asimilar" información. Este modelo supone erróneamente que el cerebro almacena representaciones mapeadas de la información sensorial que a su vez sería reflejo de la realidad. La neurobiología propone en cambio la clausura operacional del sistema nervioso: lo que experimentamos está determinado por la estructura o configuración del sistema nervioso en ese instante, la que a su vez depende de la historia previa. Las percepciones sensoriales activan cambios de estado, respuestas posibles en el sistema nervioso, pero de ninguna manera adquieren datos. El que haya alguna correlación entre el estímulo sensorial y la reacción es parte del vivir en comunidad y en un cierto entorno, que genera encadenamientos recurrentes en la conducta. Pero del mismo modo, a veces malentendemos, malinterpretamos o deducimos respuestas absolutamente ajenas al sentido previsto por nuestro interlocutor, haciendo visible que escuchar es siempre crear una respuesta en nosotros según nuestra manera particular de ser en ese momento, y no procesar los datos que recibimos.

Conocer es actuar efectivamente en un contexto. Cada ser vivo conoce, en el sentido de tener conductas congruentes con su entorno. La planta que crece, o la flor que se abre en el día y se cierra de noche, "conocen" estas conductas apropiadas a su entorno. Y cuando el entorno no es el apropiado, o aprenden o mueren. Si se pone una planta en un tarro cerrado con un agujero en alguna parte, muchas plantas modificarán su crecimiento para poder emerger a la luz a través del agujero. "Conocen" cómo resolver ese desafío tras haber evolucionado en ecosistemas boscosos donde esa conducta es fundamental para sobrevivir.

Conocer para las personas es también saber actuar efectivamente, que es distinto de hablar o escribir de la hipotética acción que efectuaría en el contexto imaginado, que es lo que se le pide en las evaluaciones del aprendizaje. Hay una gran cantidad de circuitos neuronales que no se activan cuando el aprendizaje se basa en representaciones imaginarias antes que en experiencia.

Revisar lo que se entiende por conocer, por realidad, por verdad, por lo humano, debe conducirnos a profundos cambios en la forma en que operan las organizaciones educacionales, sus relaciones sociales, su infraestructura material, su uso del tiempo, su forma de evaluar el conocimiento y las dimensiones humanas que serán efectivamente objeto de atención.

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