Es muy grato que ahora cincuentones nos encontremos para súbitamente reconectarnos a vínculos asociados a nuestros veinte años, porque reviven las preocupaciones y sentimientos a la par de aquellos amigos que les dieron vitalidad y sentido. Y nótese que muchos de nosotros no compartimos directamente en la conversación y el hacer juntos aquel tiempo, pero he aquí que me encuentro abrazando a rostros y personajes que transitando siempre “por la vereda del frente”, son parte inseparable de mi propia vida. Y el afecto brota espontáneo por todos ellos y ellas. Estuvieron allí para dar forma única e irrepetible a esa comunidad humana que todos compartimos más allá de nuestros vínculos personales específicos, el sello sansano de nuestra generación. ¿estás de acuerdo, Luis Torres, que comienzas esta serie de reflexiones? ¿Yerko o Misaeles? ¿Mónica, Patricia, Estela o Verónica? ¿Mario, Lucho, David, Etienne, Pedro, Fernando,…?
Sobre lo que le brota a Etienne: estoy diariamente en contacto con los sansanos veinteañeros de hoy, y este último tiempo estuve largamente involucrado en conflictos asociados a la definición de nuevos rumbos para la UTFSM, materia sobre la cual aún no hay una visión compartida. La parte que me preocupa es que mientras los profesores nos engarzamos en estas disputas, los jóvenes nos miran perplejos, o se toman la Universidad para decirnos silenciosamente que somos una vergüenza con nuestras instituciones reducidas a una mímica ridícula. A mi entender, en una situación comparable a los comienzos de los sesentas, cuando se iniciaba el fermento de la disconformidad con un proyecto social crecientemente ajeno. No han desarrollado aún el sentido de cuerpo en torno a un manifiesto de cambio estructurado y compartido. Pero ya está el malestar…o el hambre de una vida más plena.
Y los profesores envejecemos inexorablemente, en todo sentido… Sin duda que los tiempos han cambiado en relación al entorno del setenta. Ya no están ni la revolución, ni el hombre nuevo en la nueva comunidad, ni las luchas del pueblo, o el financiamiento estatal completo. Tampoco están las condiciones ambientales para las angustias, temores y sufrimientos que siguieron, salvo en la huella dolorosa de los que quedaron marcados para siempre. Sí está la Internet y toda su infraestructura de PC para hacer en horas mucho más de lo que hacíamos en días, ensanchando el mundo y acelerando el aprendizaje para bien y para mal, al límite de exigirnos capacidad de reinventar nuestra identidad misma cada vez con más frecuencia para permanecer vigentes.
Las doctrinas del cambio en la lucha han dado paso a formas más pacíficas. Las empresas comienzan a descubrir el valor de ser socialmente más responsables. La inteligencia emocional, el liderazgo, la creatividad, el emprendimiento y otros cuentos se suceden unos a otros como modas empresariales. También las miradas de Humberto Maturana, Francisco Varela, Rafael Echeverría o Edgar Morin reinterpretan profundamente lo que es ser humano, integrar una sociedad, vivir en el lenguaje, el valor de la locura o el emocionar que ocurre en el cuerpo sin que la conciencia se entere siquiera las más de las veces. Sí está la avalancha de información de prensa, TV cable, WEB, Mail, que prácticamente nos obliga a jóvenes y adultos a parecer indiferentes porque no es posible responder a tanto mensaje. Sí está la mirada de que la educación superior es una industria masiva donde los estudiantes son clientes consumidores a atender con eficiencia, que nada tienen que opinar acerca del sentido de las actividades que se les exigen como parte de las “mallas curriculares”, porque “no les compete”. En esta mirada, la reflexión no es parte del currículo, ni siquiera una actividad universitaria, es algo “personal”. O que la Universidad se hace más “eficiente” con profesores de jornada parcial y salas donde las sillas nunca se enfrían completamente entre programas diurnos, vespertinos y de fin de semana, en medio de una insoslayable algazara publicitaria y reparto de utilidades entre los organizadores, que contribuyen generosamente con sus impuestos a la institución que les alberga. O que la calidad académica pasa por una carrera de coleccionar publicaciones ISI, alumnos, acreditaciones y lugares en los ranking. Ah, perdón Margarulo, ¡¡y patentes!!!.
El protagonismo estudiantil se fomenta hoy hacia atreverse, a emprender empresarialmente, a vivir el riesgo. No importa si las ideas son de primera o segunda mano, lo importante es ver y aprovechar la oportunidad para que surjan nuevos Piñeras, Saiehs, Pentas u otros parecidos. Cómo se incuban los Nerudas, Zuritas o los Ower Villegas no es un tema de primer plano. ¿la demanda estimulará la oferta?. Y tantas otras cosas que como las anteriores no son ni falsas ni ciertas, no están necesariamente mal ni bien. Son en buena medida, signos del tiempo. Miradas y procesos a la espera de alcanzar coherencias que las hagan sustentables como manifiesto unificador e inspirador de los jóvenes actuales. Las universidades no se reponen aún de tantos cambios, no sabemos mucho de hacer aquello de lo que hablamos, y no hemos descubierto qué hacer para que los jóvenes de hoy se reúnan el 2040 y declaren que sus vidas valieron la pena, que la Universidad que vivieron fue una experiencia que marcó la envergadura de sus sueños, la destreza para construirlos y el compromiso para perseverar ante los reveses.
Y estoy convencido que en la sala de clases aprendí más que nada de lo segundo. El resto lo armamos todos juntos como generación, compartiendo ideas, prácticas y sentido de Universidad que no estaba en ningún currículo. Me tranquiliza algo saber que los profesores tuvieron influencia limitada en lo que nosotros llegamos a soñar. ¿Pero qué sueñan los jóvenes de hoy? ¿Y qué podemos compartir con ellos? Yo no he renunciado a soñar.
o algo parecido decía Mafalda hace algunos años. Me reconforta saber que hay chicos que combinan lucidez con valor para emprenderlas contra un sistema del que no creen su propuesta básica: que tendremos mejor educación si la pensamos como un negocio empresarial. Esto partió de aplicar el principio neoliberal de aprovechar el dinamismo creativo empresarial para renovar un sistema de funcionarios instalados en sus puestos. El tiempo muestra que los valores y prácticas de los empresarios reales no necesariamente conducen a una mejor experiencia educativa, que se reemplazan algunos vicios por otros nuevos, que las mejoras buscadas no llegan. Los chicos no quieren ser clientes de escuelas ajenas, quieren ser protagonistas de su propio desarrollo, en SU colegio. No quieren ser objeto de un proceso científico de traspaso de información. No quieren consumir experiencias rígidas prefabricadas y optimizadas para maximizar las ganancias de nadie. No quieren ser productos de una máquina educativa como ésta y pagar más encima por ello (no digo que la educación deba ser gratuita, sólo que hay que pagar por una educación que funcione y tenga sentido).
El motor y centro del sistema tiene que ser aprendizajes de cómo ser miembro pleno de una comunidad que vive un desarrollo sustentable y creativo, y de qué significa esto en la práctica.
Los cambios también tienen que llegar a la sala de clases. El auditorio para anotar sentado es un espacio físico que consagra relaciones autoritarias, de desigualdad y resultados obtenidos por temor y coerción antes que por compromiso. Varios de nuestros estudiantes se han referido a la monotonía de este aprendizaje despojado de un sentido para ellos.
En un taller de reflexión-acción que hemos recorrido buscamos abrir nuevas posibilidades para todos, que mejoren la experiencia presente y futura de aprendizaje, mostrando otras formas posibles de explorar.
Los talleres de aprender haciendo son más efectivos, aunque los partícipes no siempre puedan hablar inmediatamente con fluidez de lo que han aprendido. Para eso está la reflexión. No sólo hay que saber cómo hacer cosas. También tienen que tener un sentido, que sólo puede ser asignado por cada uno a través de la reflexión. Es pensar en lo que hago por mí y no sólo responder a exigencias. Cuando ya se logra hablar de lo aprendido, es profundo y permanente.
Es vital aprender a ser parte de un clima de "nosotros", de comunidad de personas, para nunca perder de vista que el saber genera poderes y responsabilidad por los impactos del uso de tales poderes. Por eso el desbloqueo de las trancas internas por timidez o miedo, el desbloqueo de hacer lo que hace la mayoría, el desbloqueo de tratar de hacerlo perfecto, el desbloqueo de adherir a estereotipos conceptuales rígidos, la capacidad de explorar sin objetivo definido, la capacidad de transgredir si se percibe necesario.
Por eso también descubrir el nosotros en la conversación, el contacto corporal, la acción en conjunto.
Por eso el prestar atención a las propias sensaciones, a los sentidos. Por eso
mostrar que la realidad que vivimos no es objetiva, que depende de los sentidos que usamos, de las emociones cuando percibimos o de las ideas con que entendemos. Podremos escuchar mejor ideas nuevas si no nos atamos a la rigidez de pensar que la realidad es una sola, y el que no ve lo que yo veo está equivocado o es mentiroso. La realidad siempre depende de cómo nos sentimos en el grupo en que participamos.
Me inquietó el mensaje de la presidente a propósito de las medidas en respuesta a las demandas del paro estudiantil. El pase escolar es importante, las raciones de colación también, las becas PSU, las inversiones en infraestructura también, pero me parece "cosista" ver el problema sólo desde ese prisma. Creo que NADA es más importante que las conversaciones y las relaciones sociales donde se realiza el aprendizaje, y de eso se habló poco o nada.
Es importante cambiar la LOCE, pero cómo ocurren nuestras experiencias formativas es el principal tema a debatir para mí.