miércoles, 10 de julio de 2019

Y después del paro de 2019, ¿qué?

El paro USM de 2019, continuador de los de 2011, 2013, 2015, 2017 y 2018, ya está en sus postrimerías. El tema es hoy día cómo terminar el semestre en dos o tres semanas, considerando que faltaban ocho cuando el paro se inició. Claramente un problema sin solución legítima. Más allá de las formas de absorción del déficit, que nunca llegarán al 100%, ¿qué reflexiones nos sugiere este nuevo y a la vez tradicional período de desarticulación?

La primera y más evidente es que el marco legal con el cual los estudiantes declaran el paro y la condescendencia de la institucionalidad con dicho marco son claramente insostenibles. Si con un 15% de los estudiantes que vote es suficiente para tener quorum, basta un 8% de los estudiantes activos para que, con la colaboración implícita de la mayoría pasiva (que ya es un hecho que se repite), se detenga el trabajo docente. Por otra parte, si bien la Autoridad ha llevado negociaciones con la dirigencia estudiantil para terminar el paro, no ha sido igualmente eficaz en la comunicación masiva para hacer perceptible la presión que se levanta en los diversos subsistemas universitarios como consecuencia del paro: profesores de jornada parcial, ministerio de educación, retiro de alumnos, mayor costo para los estudiantes de otras regiones, pérdidas económicas cuantiosas, entre los más visibles. Hay que revisar este marco.




La segunda es ¿por qué la mayoría pasiva no protesta activamente por esta alteración de sus estudios y se repliega a la espera de que el temporal pase? Pensamos que esto es un síntoma de algo más de fondo: LA EXPERIENCIA UNIVERSITARIA ACTUAL NO ES CAPAZ DE CAPTURAR LA PASION ESTUDIANTIL. Los estudiantes soportan con cierto estoicismo este proceso de formación, porque no hay alternativa viable para ellos.

Mi hipótesis es que a ello concurren:
a) la organización presente del aprendizaje estructurada en una línea de montaje de conocimiento mayoritariamente teórico y fragmentado, que habla pero no escucha, y que fácilmente se torna un sinsentido para el estudiante novato si no hay un mapa claro y creíble en su mente del camino de  formación y los territorios que atraviesa. Cuando decimos creíble, nos referimos a la dimensión afectiva del conocer.
b) Una organización social mayoritariamente vertical (mando) entre profesores y alumnos, donde la racionalidad prescriptiva del programa de estudios, gobernada por los profesores, apenas tiene espacio para la afectividad, el mito, la pasión, el amor o el éxtasis. No son parte del "diseño".       
c) Una organización del espacio físico centrada mayoritariamente en la sala de clases, un lugar transitorio para presenciar. "Además", a los estudiantes se les ofrece "lugares de estudio" transitorios en Biblioteca u otros espacios, imposibilitando cualquier identificación afectiva con un territorio. El laboratorio con autonomía es la excepción, no la regla.
d) La necesidad insatisfecha de una imagen y relato articulador del sentido del paso por la Universidad, que haga la diferencia entre el dolor y fatiga del ascenso y la simple tortura; entre poner ladrillos y construir catedrales. La promesa individualista implícita de riqueza, poder y consumo futuro que ronda la "Universidad para todos a crédito" actual es pobre en resonancias del mayor desafío social propio del siglo XXI: SOSTENIBILIDAD.

Así, es habitual hallar que se aprende frágilmente por el período breve que media entre la enseñanza y la evaluación, para olvidar luego por no haber echado raíces en esferas más profundas de la psiquis, ni despertar la pasión. Imaginemos por un momento una universidad como una red de co-works/fablabs equipados, donde los estudiantes pasan toda su jornada trabajando en problemas multidimensionales; con profesores en rol de mentores que escuchan y conversan; estudiando y certificándose en línea en materias teóricas; con títulos basados en una acumulación de contribuciones en torno a los proyectos en que ha trabajado.

Los estudiantes hasta ahora carecen de un marco conceptual para cuestionar el sistema presente, y se refugian en una lógica sindical en torno a temas generales como la diversidad de género, la inclusión de minorías, la reivindicación de la mujer, la elección de autoridades por sufragio ponderado de "estamentos" o la salud mental, todos muy relevantes, pero que no logran calmar su malestar.

En esta década hemos tenido colapsos recurrentes y cada vez más frecuentes de la cadena de montaje docente, que nos dejan la convicción de que los tiempos de la verticalidad se agotan; que hay que afrontar el futuro desde una lógica de liderazgo; qu hay que prototipar cocreativamente innovaciones disruptivas respecto de la forma de trabajo de la propia Universidad.

Los diálogos que se generaron durante este período al interior de algunos departamentos, junto con proteger la confianza indispensable para el trabajo cotidiano, van en esa dirección. Tema para jornada, claustro, o proyectos de candidaturas...


domingo, 10 de septiembre de 2017

LA LUCHA COMO ERROR CONCEPTUAL

Usamos el término "lucha" para describir muchas de nuestras acciones para cambiar entornos, sin detenernos a pensar que "lucha" presupone representarse la experiencia como un combate con enemigos, con un mutuo propósito de destruirse, y donde por ello cada situación adversa es interpretada como proveniente de una mente organizada que ejecuta procesos destinados a causarme daño y exterminarme en último término. 


Sin perjuicio de que a veces es pertinente esta visión, en muchas otras ocasiones (la mayor parte creo yo), no hay tal lucha, sino el esfuerzo por ordenar elementos descoordinados, que con su propia inercia se mueven en direcciones que no construyen nada, o a veces generan destrucción a su paso. Lo importante es que en ese trabajo articulador y ordenador, las dificultades, los trabajos que es necesario realizar, no implican "doblegar" una mente enemiga que "organiza" nuestras dificultades para que sean tales. No hay tal mente. Simplemente el caos de movimientos desarticulados que se requiere alinear, y para eso hay trabajo muchas veces duro. Cualquier emprendedor, creador, o pionero sabe que las más de las veces no hay tal enemigo, solo desorden u orden diferente de nuestra visión, que cuesta trabajo recrear, reordenar.


Quienes habitualmente creen en seres inmateriales fisgoneando en todas partes y "actuando" milagrosamente más allá de las leyes naturales, están más expuestos a imaginar la desgracia o la adversidad como la acción de un "maligno". Y vamos luchando, destruyendo, matando, exterminando en nombre de los buenos. 

La emocionalidad que hay detrás de la lucha es innecesariamente violenta y catalizadora de más violencia. Una variante del principio de Hanlon dice "no atribuya a la malicia lo que puede ser simple caos natural". La próxima vez que piense en "lucha", verifique la existencia de una mente enemiga que se le enfrenta. Es muy posible que no la haya. Se enojará menos, trabajará mejor, y su entusiasmo será contagioso.

jueves, 21 de enero de 2016

Innovación Social en el Horizonte

Terminamos el Kickoff Meeting de Erasmus LASIN, una iniciativa patrocinada por la Unión Europea y liderada por Mark M. Anderson, de Glasgow Caledonian University. Su propósito central es impulsar la innovación social en Latinoamérica: diagnósticos, programas de formación, talleres de cocreación de proyectos, producción de conocimiento sobre IS y formación de unidades de apoyo a la innovación social desde 8 universidades latinoamericanas, asociadas con organizaciones europeas experimentadas en este campo.
 
Kickoff Meeting Erasmus Lasin #theta360 - Spherical Image - RICOH THETA


Una vista de los participantes en el encuentro

¿Qué aprendí? Si lo trato de sintetizar en pocas palabras, Innovación Social es una oleada de cambio que fusiona ideales socialistas con iniciativa emprendedora, en un nuevo marco conceptual que tiene la sostenibilidad del planeta y una mejor calidad de vida para cada uno como ejes mayoritarios, poniendo la acumulación de capital en un discreto segundo plano y abandonando el plan socialista de centrar en el Estado el cambio "para todos".

¿Qué significa concretamente realizar innovaciones sociales? No está muy claro el límite, porque son tantas las cosas que cambian la vida de las personas que es difícil trazar la línea de distinción. Que la Internet o el smartphone hayan tenido un efecto social enorme no significa necesariamente que se les pueda tipificar como innovaciones "sociales". Pero cuando una comunidad modifica procesos vitales para sus miembros, como vivienda, transporte, seguridad, suministro, manejo de desechos o administración del agua, de modo que se hacen mejor distribuidos y más sostenibles, probablemente estemos frente a una innovación social.

Estos procesos surgen muchas veces de personas o grupos pequeños que idean nuevas soluciones a necesidades de la comunidad, las que ponen en práctica y propagan hasta su estabilización como práctica o proceso que se sostiene financieramente por su propio mérito.

Tenemos una gran tarea por delante en los siguientes tres años, de contribuir a encausar inquietudes de jóvenes en busca de algo valioso a qué dedicar sus vidas en este campo, proveyendo de canales y apoyo para que sus ideas se conviertan en proyectos exitosos.

jueves, 20 de agosto de 2015

La jurásica triestamentalidad como preludio de algo mejor



No deja de ser pintoresco el lenguaje de esta declaración proveniente de nuestro almácigo de profesionales, que con disfraz de bonsai asigna niveles de madurez y califica “pedagogías” …mientras se esfuerza por hacer “historia”. Me recuerda vagamente los juegos cuando éramos pequeños, inventando historias épicas y personajes temibles que a su vez no le temían a nada, en un mundo a nuestra medida.


Pero el tema que nos ocupa es serio, de adultos jóvenes, pero adultos en último término, que se la juegan entre la lucha épica y la insensatez, en una búsqueda de sentido y de hacer su mundo algo mejor. No es para tomarlo en broma.

Sin embargo, estamos sumidos en una batucada que no quiere ser musical, sino tributaria de la lógica sindical-patronal en que se ha planteado este conflicto, a falta de mejores ideas. Si al menos danzáramos juntos. Los estudiantes quieren ser protagonistas adultos de la Universidad, participar del gobierno y las decisiones. Bien. Sí, bien. Ahora...¿cómo se estructura un sistema coherente con esta aspiración?. A falta de un marco conceptual, se desentierran las categorías sesenteras del siglo XX, sin percatarse de su anacronismo.

En breve revisión: no hay guerra fría. La revolución armada de inspiración teórica marxista no tiene espacio hoy. La Iglesia implotó tras su retirada del progresismo, su restauración conservadora y la eclosión de su propia corrupción, perdiendo relevancia. Los Estados Unidos y Europa deben competir con una Asia pujante que se ha apropiado de la manufactura y se enriquece a costa de la decadencia de los primeros.

Las computadoras y la Internet han hecho tangible la Noosfera de Teilhard de Chardin, cambiando el tamaño del mundo que percibimos, su complejidad, la posibilidad de modelarlo, la información disponible, las conversaciones posibles y la velocidad a la que aprendemos y cambiamos. La sustentabilidad planetaria aparece por todas partes como un problema acuciante con el calentamiento global, la escasez de agua dulce, las catástrofes climáticas y todos los conflictos sociales que de allí derivan. La Informática ha aportado nuevas formas cooperativas y voluntarias de producción (Wikipedia, Linux) y un sentido general de horizontalidad y comunicación, de construcción cooperativa de realidad, que recién comenzamos a valorar.

Estamos en otro mundo que requiere ideas frescas, nuevas, potentes.

Se habla de “PEDAgogía”, que es ciencia que estudia la metodología y las técnicas que se aplican a la enseñanza y la educación, especialmente la infantil. La palabra proviene del griego παιδαγωγέω (paidagōgeō); en el cual παῖς (παιδός, paidos) significa "niño" y άγω (ágō) significa "guía", o sea "dirigir al niño". La primera precisión que sería prudente hacer es si conviene desplazar el marco conceptual a la andragogía o antropogogía, el arte y ciencia de educar adultos.

La Wikipedia nos ilustra. Rasgos característicos del adulto son que se motiva a aprender cuando tiene necesidades, su orientación para aprender se centra en la vida y tiene necesidad de autodirigirse profundamente. La Andragogía se basa en tres principios: participación, horizontalidad y flexibilidad.

La participación se requiere ya que el estudiante no es un mero receptor, sino que es capaz de interactuar con sus compañeros, intercambiando experiencias que ayuden a la mejor asimilación del conocimiento. Es decir, el estudiante participante puede tomar decisiones en conjunto con otros estudiantes participantes y actuar con estos en la ejecución de un trabajo o de una tarea asignada.

La horizontalidad se manifiesta cuando el facilitador y el estudiante tienen características cualitativas similares (adultez y experiencia). La diferencia la ponen las características cuantitativas (diferente desarrollo de la conducta observable).

Es de entender que los adultos, al poseer una carga educativa - formativa, llena de experiencias previas y cargas familiares o económicas, necesiten lapsos de aprendizaje acordes con sus aptitudes y destrezas.

Desde esta lógica, la participación estudiantil en el gobierno de la Universidad como empresa intelectual me parece obvia y necesaria para introducir dinamismo. Sin embargo, la "triestamentalidad" lleva en su base conceptual la carga retrógrada de una sociedad de castas (lo que difiere profundamente de una concepción de comunidad),  aunque es mejor que el gobierno de una sola casta. Pero no basta. Sin reflexión teórica sobre el proyecto histórico de la Universidad, la deriva nos llevará a un concepto de "junta de accionistas" de Serie A, B y C, que velan por sus intereses, sin un verdadero encuentro. El pensamiento neoliberal en todo su esplendor modelando la Universidad como una "empresa de servicios", ajena y enajenada. No es casual que nuestros planes estratégicos sean mayoritariamente colecciones de indicadores y metas, sin un proyecto articulador y movilizador.

Pero, la declaración de marras me alerta de que no es tarea fácil.  Si los petitorios se sesgan hacia sacar y sacar del saco universitario sin rellenar, el proyecto no se sostiene. Sin fines de lucro no implica fines de pérdida.
La ausencia de tantos otros estudiantes que han optado por permanecer en sus casas es otra señal de dificultad. Insisto: la falta de un marco de reflexión teórica de dónde estamos, y hacia dónde podemos ir es el verdadero peligro y "enemigo" (para los que necesitan "lucha"). Pero no todo es "porque los estudiantes..."

Si aceptamos la visión de un debate transversal, nos toparemos a corto plazo con el esquema de trabajo académico tradicional, inconsistente y anacrónico por su verticalidad, dogmatismo y grilletes creativos. La educación como proceso de fabricación, antes que como construcción colectiva. Como catecismo de certidumbres pretéritas y aplastantes antes que aprender a contemplar, a pensar críticamente, y requerir del pasado para inventar con originalidad los futuros posibles. Como esfuerzo individual antes que como empresa colectiva. Mientras tanto, se discute sobre el "botón de pánico", sin percibir que solo es un medio de hacer tolerable el fracaso colectivo. Hay mejores cosas de qué preocuparse.

El "desvalido meritorio" es objeto de una frivolidad publicitaria, en vez de constituirse en el núcleo articulador del accionar de toda la institución. ¿Somos capaces de imaginar una Vicerrectoría del Desvalido Meritorio?

Sigamos. ¿Qué sentido tiene hoy ser Universidad Técnica? Para muchos, un fósil conceptual, dada una epistemología que sólo ve en el escrito científico una expresión de conocimiento, mientras que ciegamente minusvalora o rechaza como tal lo que es el sí mismo emocional, o el colaborar social, o lo que no puede reducirse al lenguaje, como el trabajo del tornero, el soldador o el técnico en general. Si se nos invita a innovar, haríamos bien en reinterpretar la Universidad Técnica como el concepto que permite trascender el reduccionismo científico y movilizar el conjunto de los saberes necesarios para hacer realidad buenas ideas. ¿Técnicos transversalmente presentes en cada Campus o Sede, ya no importa hacer la diferencia?

¿Traer el arte a la Universidad en serio, como parte de la Academia, para introducir mutaciones conceptuales en la sesgada noción de realidad en la que vivimos?

Si la triestamentalidad es preludio de una comunidad que debate sobre los por qué y los cómo de la Universidad como reconstrucción permanente de sentido, bienvenida sea. Porque aunque lleva inevitablemente a cuestionar los métodos, los contenidos, la arquitectura física y las relaciones sociales de nuestro quehacer, puede traer vitalidad, y una mejor Universidad para todos. Si promueve conductas que se comprometan con el proyecto universitario antes que volcarse contra él, está bien.

Recordando a Saint-Exúpery, "los hombres destruyen los muros para asegurarse la libertad, pero ya es sólo una fortaleza desmantelada y abierta a las estrellas. Entonces comienza la angustia de no ser. Ciudadela, te construiré en el corazón de los hombres".

  

jueves, 11 de diciembre de 2014

Mi Credo en Educación de Ingeniería

Hace algún tiempo escribí el siguiente texto, como prólogo al informe de un consultor (ahora amigo) acerca del rediseño de nuestros planes de estudio. Ambos trabajamos arduamente en elaborar ideas y armonizar nuestros disímiles trasfondos profesionales. En una época de grandes gastos para cambiar la formación de Ingeniería desde CORFO y MINEDUC, vale la pena compartirlo.


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Prólogo

El presente informe sobre el rediseño del Plan de Estudios de Ingeniería Civil Metalúrgica en la Universidad Técnica Federico Santa María constituye un aporte muy relevante a los esfuerzos que lleva a cabo la institución para continuar ofreciendo una educación de calidad, de acuerdo a los tiempos.

Los procesos de acreditación han planteado la exigencia de transformar la educación actual hacia planes más breves, más flexibles, que permitan reducir la deserción temprana por bajo rendimiento y lograr el término de los estudios en plazos cercanos al nominal. Sin embargo, las metas no se agotan en satisfacer estos criterios de calidad muy ligados al uso de los recursos financieros. Los estudiantes de hoy tienen características, necesidades y desafíos que requieren revisar desde muy atrás la cadena de postulados del diseño educativo, para tener una expectativa cierta de no repetir bajo nueva nomenclatura las mismas viejas prácticas.

En esta búsqueda desde la base, hemos descubierto que a finales del siglo XIX, deslumbrada con la ciencia y su poder transformador de la realidad, la educación adoptó una idea proveniente de la psicología experimental que resultó decisiva para el futuro: se podía garantizar un aprendizaje a velocidad uniforme y predecible si se descomponía el conocimiento en pequeños fragmentos o “unidades de aprendizaje”. Así, el sistema escolar podía organizarse como una línea de montaje de producción en masa, donde fragmento a fragmento, el conocimiento podía ser transferido desde el profesor a los estudiantes. A lo largo del siglo XX, un largo proceso de optimización de este modelo hizo que educación pasara a ser sinónimo de estas prácticas.

La ingeniería vivió su propio proceso de alejamiento de la práctica. Tras la segunda guerra mundial, la ciencia aplicada representó la vía más eficaz al desarrollo de nuevas tecnologías y negocios. La enseñanza de la ciencia básica y las ciencias de la ingeniería se convirtió en el núcleo de los programas de formación. El conocimiento pasó a ser sinónimo de estructura conceptual, pasando la destreza o habilidad a un segundo plano. El profesor ingeniero experimentado fue sustituido por el científico. La praxis tradicional fue sustituida por el laboratorio y, sobre todo, por la modelación matemática. Los estudiantes todavía deben atravesar un largo período de aprendizaje de la ciencia para ser declarados en condiciones de apreciar la realidad y actuar sobre ella.

Lo que se pasó por alto al adoptar el modelo fabril de educación fragmentada y descontextualizada, es que el aprendizaje se hace innecesariamente dificultoso y frágil, y por ello, ineficiente. Lo que no tiene sentido o valor claro para el educando se olvida con la misma rapidez que se aprende. Sólo los más aventajados logran reconstruir con esfuerzo el rompecabezas del saber y descubrir su vínculo con la acción. La gran mayoría se queda con muchas piezas del rompecabezas sin ordenar, generando una visión disociada y descomprometida de la acción, que favorece la rigidez y socava la innovación. Además, muchos quedan en el camino, con la secuela de frustraciones y vida amenazada por el endeudamiento.

En un mundo donde la vigencia del conocimiento estaba en el orden de magnitud de la vida de las personas, y donde la información que circulaba era limitada y no siempre accesible, repetir una y otra vez las tradiciones escritas hasta recordar, asociar y aplicar era aceptable. La mayoría de los jóvenes de hoy ya no le encuentran sentido a esa estrategia. Conocimiento ya no es pensamiento erudito, es acción efectiva en un mundo que cambia a toda velocidad. Saber y hacer van de la mano. Tienen demasiada información hiperaccesible, ¿por qué esforzarse en recordarla, si es cosa de recuperarla mediante accesorios informáticos ubicuos, o si pronto va a obsolescer? ¿Para qué gastar tiempo precioso en aprender estructuras tradicionales que pretenden servir para resolver problemas que quizás nunca se presenten? Los jóvenes de hoy disponen de tecnologías de cálculo, diseño y fabricación que hacen posible adaptarse con rapidez a un mundo que cambia aceleradamente, como en los juegos de video. Pueden comunicarse paralelamente y coordinarse para la acción en grandes comunidades virtuales, cuyas implicancias políticas ya se conocen. ¿Cómo proporcionarles una experiencia educativa acorde a esas nuevas condiciones y herramientas?

Poco a poco se está redescubriendo que aprender es espontáneo cuando se es miembro de una comunidad de practicantes de un saber pleno de sentido, como ocurre con el aprendizaje del habla en los niños. Los modelos de aprender haciendo, de aprendizaje basado en problemas o proyectos, aprendizaje significativo, aprendizaje colaborativo, constructivismo y otros más son manifestaciones de este redescubrimiento de la acción en equipo con un sentido claro, como el ambiente más propicio a un aprendizaje eficaz y permanente.

Los ejes formativos en el mundo también están cambiando. Los conocimientos tradicionales, que eran estructuras para asir una realidad que vendría después, están siendo sustituidos por competencias, procesos dinámicos de entender y actuar en situaciones particulares, desde construcciones de sentido que constituyen la identidad de la persona. El estudiante ya no tendrá como norte saber las teorías de molienda, pirometalurgia, o transformaciones de fase como preparación para un mañana apenas visible. Su aprendizaje ahora gira en torno a cómo hacer para caracterizar un proceso metalúrgico o un material, a cómo intervenir el proceso para gobernarlo, a cómo tomar decisiones de diseño, a cómo concebir proyectos en un contexto de negocios. Se recurrirá a las teorías necesarias aprendiendo en función de los problemas planteados, velando primariamente por el sentido de la acción. Es la práctica laboral y no la ciencia el nuevo eje de articulación de la formación.

Los cambios no se detienen sólo en los principios ordenadores de la formación. También están los métodos de trabajo y las relaciones sociales en el aprendizaje. Las competencias solo pueden construirse actuando. Y si se trata de innovación y flexibilidad, la acción requiere organizaciones estructuradas en torno a relaciones de liderazgo horizontal. El miedo autoritario ya no funciona. Los estudiantes son los actores principales en un trayecto de problemas que solucionar y aprendizaje de cómo hacerlo, tanto teórico como social. Los profesores, tradicionalmente sacerdotes del conocimiento, devienen en roles análogos al del arriero o el práctico, un navegante experimentado y conocedor de un territorio, que guía y acompaña.

Las evaluaciones basadas en notas numéricas que se van acumulando como puntaje a lo largo del período académico, de modo que se da la aprobación con poco más de la mitad del puntaje máximo, es otro ámbito distorsionador que requiere ser revisado. Los estudiantes están más atentos a las notas que a la realimentación sobre sus aprendizajes. Cual equilibristas múltiples, usan las notas para priorizar la atención en aquel plato más próximo a caer, dejando de lado el aprendizaje en aquellos que giran adecuadamente sobre su pedestal. En un contexto de aprender sin un sentido claro del valor, es lógico este juego de los mínimos. Sin embargo, esta cultura del 55% o del 4 en otros lugares, es ajena al mundo del trabajo y genera hábitos que es a veces imposible erradicar. La evaluación debe ser afín a una ética de la excelencia, innovación y mejora continua.

La profesión de ingeniería moderna ya no se define exclusivamente en torno a la ciencia, tecnología y evaluación económica. La capacidad de comunicarse, de trabajar en equipo, de practicar y promover la creatividad están adquiriendo status esencial como competencia profesional. Ya no basta con la formación espontánea surgida de la inserción en la Universidad. Se requiere contenido teórico, entrenamiento y reflexión, al igual que sus contrapartes duras. Y por lo mismo, asignaturas con nombres como “Trabajo en Equipo”, “Taller de Lengua y Comunicación” llegaron para quedarse, con profesores, laboratorios de comportamiento, tiempo de dedicación y evaluaciones como cualquier otra.

El espacio físico también se ve afectado. La sala de clases cede el rol central que ha tenido hasta ahora a la oficina del grupo de trabajo. Allí es donde los estudiantes usan su tiempo eficientemente para trabajar en forma colectiva en alcanzar metas que requieren no sólo de aprendizaje teórico, sino también de trabajo práctico, articulación, delegación de tareas y debate dialogado. Las horas muertas entre clases teóricas deben ser utilizadas en su totalidad, para hacer posibles vidas más equilibradas durante la formación.

El deterioro ambiental acelerado, que se traduce en extinción de especies y ecosistemas, calentamiento global y todas sus secuelas climáticas y geográficas en general, supone también un cambio conceptual mayor. El mundo político se refiere en forma recurrente a la equidad entre los seres humanos, sin asumir que la equidad no sirve sin sustentabilidad. Enfrentado a dilemas energéticos, no tiene empacho en atropellar y silenciar las estructuras profesionales del Estado destinadas a salvaguardar la sustentabilidad de los proyectos, si cumpliendo su función contralora, éstas retardan o impiden proyectos ambientalmente ofensivos o ambiguos. La formación de ingeniería del siglo XXI requiere hacerse cargo de la complejidad sistémica de los impactos sociales y ambientales de cada proyecto. Los efectos “laterales” son tan importantes como el foco central, que es tradicionalmente el objeto de la evaluación privada.

El cambio acelerado significa que el saber y la adaptación al mundo de cada persona también se deteriora. Empresas que quiebran, tecnologías que obsolescen, nuevas tecnologías, nuevas demandas sociales, todo apunta a la necesidad de que el aprendizaje no se detenga nunca, y que cada uno sea además artífice de su propio proceso de cambio y adaptación. La formación inicial debe hacerse cargo de proporcionar la conciencia del deterioro y el moméntum para mantenerse actualizado en forma autónoma.

El rediseño que presenta este informe es un esfuerzo por hacerse cargo de cada una de las debilidades, desafíos y oportunidades reseñadas más arriba. Lejos de ser una solución completa al requerimiento, es más bien el primer croquis. En poco tiempo más seremos conscientes de errores, carencias, distorsiones y contradicciones que descubriremos al leerlo. Es la ley inexorable del aprendizaje. Pero hoy, representa la mejor expresión de la respuesta que queremos dar a los desafíos formativos de la metalurgia del siglo XXI.

El consultor Dr. Rodolfo Vega ha tenido una dura tarea en la elaboración del presente informe. A la barrera natural que implica comunicar a un especialista en historia, educación y lenguaje con ingenieros metalúrgicos, se sumó la magnitud de la tarea encomendada, la dificultad de definir el contenido de las metas más allá de lo administrativo, el escaso tiempo disponible de cada uno de los profesores en un año lleno de proyectos e imprevistos, cierta rigidez del marco de referencia del  trabajo, y las humanas diferencias personales y de estilo de acción. Por ello, vaya hacia él nuestro reconocimiento por su perseverancia, amplio conocimiento y compromiso a toda costa con realizar un diseño innovador, resistiendo a la siempre tentadora solución de recomendar “más de lo mismo”.

Puedo decir con toda certeza que el trabajo que hemos elaborado supera con creces nuestras expectativas iniciales. También, que pone una carga enorme sobre nuestro Departamento de hacer realidad la visión aquí enunciada. Felizmente, son estos desafíos los que hacen atractiva la tarea universitaria.

Waldo Valderrama R., Ingeniero Civil Metalúrgico, M. Ing., DPA.
Jefe de Carrera de Ingeniería Metalúrgica
Valparaíso, septiembre de 2011

miércoles, 21 de agosto de 2013

40 años después ¿qué?

Me consultan por datos del golpe en la USM en 1973.

No tuve mayor oportunidad de saber detalles precisos de cómo transcurrió el golpe en la USM, detenidos y demases. No vivía en Placeres, y en esa época me había alejado de actividades políticas, que me parecía que habían adquirido rasgos demenciales (ponerse casco y armarse de garrotes para salir a pelear con...). Sé que hubo estudiantes detenidos y torturados, presos en barcos, otros que se salvaron gracias a la valentía solidaria de quienes los escondieron, y también supe de (y vi) gente tras el golpe que no eran estudiantes auténticos, sino agentes infiltrados, a los que sin duda les cabe un rol en la delación y desgracia de los que se creían sus compañeros. De cualquier manera, las víctimas de esa época funesta ya sufrieron lo suficiente. Creo que, por respeto, debe dejarse a su iniciativa el compartir su historia.

1974 fue un año de depresión para muchos. De una universidad algo caótica, pero llena de fervores, pasamos a un hospital, donde los alumnos éramos los pacientes que nada teníamos que opinar, salvo seguir el tratamiento y mantener la boca cerrada ante la oreja oculta y omnipresente. La Universidad que conocimos murió para siempre.

La opinión que me he formado a lo largo del tiempo, es la de una época de locura muy grande, entendiendo por locura la pérdida de la capacidad de construir espacios de convivencia, y por el contrario, refugiarse en discursos legitimadores de la agresión, el atropello, y más tarde, de la tortura, la matanza y la negación del ser del otro. En eso, la izquierda revolucionaria de base teórica marxista y la derecha religiosa conservadora que se apropió del gobierno en la dictadura fueron muy similares. Aunque hoy nadie habla de guerra civil ni revolución, las huellas de miedo, desconfianza y agresividad que engendró la locura perduran en la ceguera con que los vencedores de 1973 aprecian su propia obra.

La lógica previa al golpe era de enfrentamiento con un lenguaje de guerra civil, combate y muerte, en medio de un caos de abastecimiento, que no soy capaz de discernir en cuanto a la importancia relativa de sus causales (intervención estatal de empresas que redujeron su producción o dejaron de producir, ruptura natural o inducida de cadenas logísticas, acaparamiento por temor, manipulación discriminante política por parte de funcionarios de gobierno, desabastecimiento inducido por los opositores y sus respaldos financieros de potencias extranjeras, corrupción simple y lisa, etc.). La violencia florece cuando las necesidades biológicas no se satisfacen, algo que las clases medias compartieron con los pobres en esa época, para conveniencia de los profetas de la vía violenta.

Se ha puesto mucho énfasis en la conducta de los militares, que nos parece aberrante desde nuestra óptica ciudadana ajena a la formación que esa gente recibe, y donde solo ellos saben exactamente cuando actuaron como si estuvieran en guerra (con toda la violencia y crueldad que se desata en esas condiciones, y que el cine suele trivializar), y cuando sobrepasaron sus propios códigos de honor y prácticas aceptadas, lo que por lo demás dejó una traumática huella de suicidio y/o insania mental en muchos militares que sí distinguían el combate legítimo de la masacre cobarde. Muchos han negado hasta el final sus crímenes. Quizás porque no los reconocen como tales sino como simples actos de guerra. Sin embargo, lo más probable sea que no pueden explicar la barbarie de la que fueron a veces partícipes obligados, y otras veces hechores conscientes. Tengo parientes militares que pareciéndome inteligentes y buenas personas, piensan en lógicas que no siempre entiendo. Por otra parte, las fuerzas armadas forman individuos capaces de actuar y sobrevivir en territorio enemigo, expuestos a tratos aberrantes en caso de ser capturados, los mismos que ellos aplican en la situación inversa. La tragedia es que ese poder de destrucción se vuelva sobre la propia población, como en una suerte de enfermedad autoinmune, o de perro guardián que desconoce al niño de la casa. Por ello, y a riesgo de recibir toda clase de improperios, me resisto a la condena unilateral y generalizada. Hubo de todo, y no todos podían obedecer a su conciencia. De lo que no tengo duda, es que hubo corrupción y embriaguez de poder, de lo cual el capitán general y sus policías políticas son la muestra más visible, y que muchos se beneficiaron del accionar de esos militares. Trazar la línea divisoria es otra cosa.

En la misma línea, pienso que ha habido un sesgo distorsionante al presentar al gobierno de la UP como el "gobierno constitucional y elegido", lo que siendo literalmente verdadero, es una descripción oscurecedora del clima de violencia e ingobernabilidad creciente que se vivió en el período previo. El gobierno perdió no solo la batalla frente a la oposición respaldada por las fuerzas de la guerra fría, sino también, y crecientemente, el control del accionar de los grupos más radicales, que pretendieron enfrentarse a las FFAA siguiendo la huella cubana, sin que hubiera proporción entre sus declaraciones y sus reales capacidades. La religión de la revolución adormeció muchas sensateces. Gran parte de la izquierda más proactiva apostó desde el comienzo a la violencia, perdió, y arrastró a muchísimos más en su caída. La reforma agraria y la expropiación de empresas tocó la fibra más íntima de los poderosos de entonces, que reaccionaron con la furia que la historia recoge. Desde mi perspectiva, los militares hicieron el trabajo sucio y hoy algunos pagan por ello, pero su rol fue en gran medida ser la mano del gato sacando las castañas para alimentar la megalomanía dictatorial y el accionar de la derecha despojada instalando su propio modelo excluyente. Los poderosos siempre conservan distancia.

La trampa principal está en modelar el proceso buscando buenos y malos. Los datos, convenientemente filtrados por sesgos paradigmáticos (o abiertamente manipulados en nombre de alguna doctrina), permiten asignar los roles al gusto de cualquiera. No hay salida por ahí. Los seres humanos somos más complejos que esas fantasías santificadoras del "pueblo", o los delirios respecto del partido comunista que los adherentes a la iglesia más conservadora cultivan y proclaman patéticamente. Los horrores y fantasmas de la segunda guerra mundial y la guerra fría tuvieron sus armónicas en nuestras sociedades, y aún alimentan mentes que interpretan el mundo según esa mirada, justificando aberraciones en memoria de otras aberraciones. Las últimas guerras nos recuerdan en todo caso que la brutalidad es parte de la condición humana. La profundidad del daño gestado en esa época loca, de la cual 1973 es solo el punto de inflexión, es inconmensurable. No podría pedirle a las víctimas "dar vuelta la hoja" o "perdonar", o "mirar al futuro". Me parece de una frivolidad insultante. Si el dolor es imborrable, así no más es, y se asume. Las peticiones mediáticas de perdón que surgen cada tanto me han parecido hasta ahora poco convincentes, porque son lanzadas "al aire", no a personas o instituciones concretas. No hay el encuentro de dos miradas que de común acuerdo asumen el mal realizado y recibido, acercan relatos que incluyen las contribuciones de cada una al curso que tuvo la historia (no importa cuan asimétricas sean), y declaran su voluntad de reiniciar un camino de auténtica convivencia. Recordemos que en la misa católica, luego de la bienvenida, viene el kyrie, la contrición, la aceptación individual y colectiva de la limitación humana, del ser pecador, es decir, limitado. Es el momento en que cada uno depone su orgullo, y ofrece la humildad, en nombre del que se echó todas las culpas humanas sobre sí yendo a la cruz. Respecto de Hiroshima o Auschwitz no aplica "dar vuelta la hoja" o "mirar el futuro", o eludir su recuerdo "para no promover la desunión". Se les recuerda con recogimiento. Así el 1973 de Chile.

Por último, el edificio construido desde 1973 sobre los hombros ciudadanos se hace cada vez más pesado e insoportable. Sus arquitectos y constructores se ufanan de su crecimiento, sin entender que los temblores y grietas que presenta vienen de sus cimientos en proceso de derrumbe conceptual. 40 años después, los nuevos protagonistas de la historia enfrentan los dilemas de la acción. 1973 en perspectiva nos enseña el costo de la ira hecha doctrina. 

jueves, 4 de julio de 2013

A propósito de los petitorios estudiantiles de 2013...

Tras varias semanas en que la mayoría de los estudiantes que vota ha decidido suspender la actividad docente, y se han elaborado planteamientos sobre el funcionamiento de la universidad pidiendo cambios, intentaré hacer un interpretación de las demandas estudiantiles que escapan de la contingencia: participación estudiantil en el gobierno de la universidad, atención al desvalido meritorio, transparencia en el manejo de los recursos, información sobre costos de la actividad docente que permita sustentar los valores de aranceles, entre otros.  Además, agregaré otro tema que considero relacionado y relevante: el modelo de institución y su campo de acción: ¿universidad científica, técnica, de innovación?

Creo que los temas mencionados son expresiones de un solo gran problema, que es la misión de nuestra universidad. Esto solía ser motivo de chistes descalificatorios por parte de los "pragmáticos" de siempre, como sinónimo de discusión interminable e improductiva. Aunque algo de razón tienen (el tema se presta para latas), ha sido eludido  sistemáticamente por años, lo que es peor. Mi percepción es que en el fondo de estas explosiones periódicas de insatisfacción estudiantil se encuentra precisamente la ausencia de claridad sobre cuál es la tarea permanente de la USM (no las universidades en general, sino ésta en particular).

La misión de la USM no es un conjunto de reglas razonadas, un modelo de gestión, sino el mito lleno de resonancias emocionales individuales y colectivas, que convoca y envía. El mito de la USM se resume (a mi entender) en la frase nuclear del testamento de Don Federico Santa María: "poniendo al alcance del desvalido meritorio llegar al más alto grado del saber humano". Esta frase ha calado hondo en la sociedad chilena, y representa la idea que en muchas familias se tiene de nuestra institución y su propósito fundamental. 

La base ideológica del testamento es muy propia de la mentalidad caritativa de la burguesía industrial y comercial (dice el testamento "es el deber de las clases pudientes contribuir al desarrollo intelectual del proletariado"). Implícita está la existencia de clases sociales: el pudiente desde arriba tiende la mano a unos pocos proletarios, con tal de que estén dispuestos a hacer el esfuerzo de aprender. El filántropo corre con los gastos. Suena lógico. El cielo no es para todos, solo para los que se esfuerzan. La Universidad de verdad es sólo para unos pocos elegidos por sus méritos. El éxito es para los líderes emprendedores que aprovechan sus oportunidades. Y así funcionó casi 40 años, construyendo un prestigio basado en hacer las cosas bien, y crear este conducto de ascenso social.

El detalle es la magnitud. Más que solucionar el problema colectivo, satisface la necesidad de sentirse y mostrarse buenos de los filántropos, muchas veces en función de sus credos. La implementación del proyecto USM, reflejada en la primera mitad de la historia institucional, encaja con la filantropía selectiva y focalizada que hoy nos propone la política de derecha: ayudamos a los más pobres en forma prioritaria, siempre y cuando eso no desequilibre la balanza del poder (hacer digerible el orden social conservador). Al resto, como dijo alguna vez un controvertido dictador, solo le cabe ser "buenos trabajadores, buenos soldados y buenos chilenos". Yo le agregaría, pagar sus créditos. 

La huelga del 67 y el rediseño institucional que le siguió buscaron cambiar este perfil de "chiche familiar" del albacea por una organización más grande, más abarcadora, que se abriera a muchas más familias. La creación de las sedes obedeció a esta lógica de crecer y proyectarse como una opción de "ascenso" social para muchos más, aunque la noción de ascenso, tan propia de la mentalidad de clases, ya no quiere decir que unos pocos pasan a integrar la casta de los "ricos", sino que la sociedad toda se hace menos desigual. Suena conocido y actual.

El cambio de modelo económico que vino poco después de 1973, la introducción de la competencia y la manipulación mañosa de la aspiración social por los beneficios del conocimiento post-dictadura trastornó el sentido de todo. La declaración de la educación como espacio de negocios atrajo tiburones, e indujo el aprendizaje de la convivencia con tiburones. La misión social original perdió prioridad frente a la necesidad de sobrevivir, competir y prosperar para conservar influencia y fortaleza económica. Por un lado, la posibilidad de que un mal manejo de nuestra institución conduzca a su colapso, y que sus "activos" sean adquiridos por algún poderoso nacional o internacional para operar otro negocio educativo totalmente ajeno al proyecto original está a la vuelta de la esquina. Por otro, la estructura conceptual de los modelos de gestión empresarial competitiva implica generar excedentes, buscar oportunidades según su potencial de ingresos, no dar información a la competencia, pocos controles para no desincentivar la libertad de emprender, asambleas esporádicas, comités poco frecuentes y poder concentrado en personas. Crecer, crecer y crecer, pero en lógica financiera y competitiva. Por ejemplo, hace algunos años, alguien discurrió que la USM debía focalizar su promoción en colegios privados del segmento ABC1...(sin comentarios). 

La creación de Sedes post gran huelga del 67 trajo algo lamentable y probablemente inesperado: la creación de castas dentro de nuestra institución. Con sus ingenierías tecnológicas, las Sedes representan un camino paralelo, incomunicado con la Casa Central y Campus Santiago, lo que no corresponde a la visión original de Federico Santa María. Más de una vez he escuchado comentarios en una lógica de escalafones de oficiales y suboficiales, que no comparto. Por otra parte, el ranqueo de las Universidades según la producción científica sitúa a las Sedes como "improductivas", engrosando el denominador sin mayor aporte al numerador en los indicadores de productividad científica. Mientras tanto, es cada vez más difícil fabricar probetas en la Casa Central, en los concursos de emprendimiento dominan abrumadoramente las aplicaciones de software móvil para mercadotecnia (casi nada tangible), hay un claro divorcio entre los posgrados científicos y los profesionales, y el nuevo profesorado es seleccionado e incentivado para desarrollarse en el mundo científico, ajeno a consideraciones de impacto social o innovación en un ambiente de negocios. Es cada vez más difícil cultivar el amor por las máquinas reales: desarmarlas, repararlas, armarlas, cambiarlas. Cabe aclarar que consideramos a la actividad científica un componente esencial de la vida universitaria, y del clima formador. Sin ella, el riesgo de repetición y decadencia es creciente. Lo que señalamos es que se apueste únicamente a ella en el modelo de desarrollo del profesorado, sin que haya un contrapeso con igual claridad de normas respecto de la innovación, la enseñanza o el gobierno institucional en el desarrollo de profesores. Que lo técnico se halle escindido conceptual- y geográficamente del quehacer científico, donde la que sufre es la innovación en tecnología de máquinas y productos tangibles. En vez de entender que ser Universidad Técnica nos hace fuertes cuando de innovación de verdad se trata (que es bastante más que obtener patentes), el alejamiento físico de las Sedes nos impide percibir la fortaleza que tenemos para llegar en mejores términos al mundo de la innovación, formar redes en todos los niveles operacionales de las empresas y cumplir con nuestra misión original de encuentro social. El proletario, el desvalido meritorio, si llega a las Sedes, tiene escasa oportunidad de alcanzar el más alto grado del saber humano. Y no es culpa de las Sedes, sino de la forma en que nos hemos concebido.

Mi creencia es que la sociedad chilena, en su imaginario, aún ve a la USM como la obra filantrópica inicial, valorando su mezcla de excelencia y ayuda social, y esperando que sea una especie de Teletón, creyendo que tiene una tremenda fortuna que la respalda. Eso incluye probablemente a muchos de nuestros estudiantes. Ojalá fuera cierto, pero no hay tal. 

Mientras tanto, la institución trata de navegar según las reglas de la competencia con sus luces y sombras, adquiere hábitos afines a este entorno de industria educativa, vive una transición desde un profesorado con presencia gravitante de exalumnos hacia uno formado por doctores venidos de muchas otras partes, cada uno con su historia, y, me temo, aunque no me consta, sin que nuestra historia gravite en muchos de ellos, ocupados en alcanzar los indicadores de productividad científica que se les exige. En particular, no veo por qué esta nueva generación de profesores tendría que exhibir compromiso con la idea de ser universidad técnica integrada con el quehacer científico, o con el mandato filantrópico del fundador. Hay mucho dado para que no lo sea.  El ser muy buenos y reconocidos ("líderes en..") ya es un reto, pero deja de lado la otra componente de lo que constituye nuestro prestigio, la dimensión generosa y solidaria. 
 
Si mi creencia es correcta, y dado que el respeto y reconocimiento que nuestra universidad inspira por su misión histórica es un ideal que hoy cobra renovada vigencia (el "valor de nuestra marca", en lenguaje de publicistas), la discusión de los temas del petitorio (la participación estudiantil en la n-estamentalidad, las ayudas financieras estudiantiles, el modelo de costos, la transparencia, el 90-10, etc.), se articulan en una única pregunta sobre cómo mantener vivo el mito original: ahora, en 2013, para muchos, con eficiencia y excelencia, sin lucro encubierto, con espacio para ir haciendo nuestro país menos desigual cada año. En este contexto, las demandas estudiantiles adquieren un  sentido único y coherente.

No es tarea fácil. No tenemos a los muy muy ricos inspirados por la iglesia más conservadora donando grandes cantidades de recursos año a año para respaldarnos. No somos propiedad de grandes inversionistas que tomen decisiones como dueños, con rapidez, y preguntando sólo si les parece. No somos un organismo del Estado con el respaldo respectivo. Somos una organización que puede decaer y morir si no encuentra fuerza viva que la impulse, que depende de un ideal poderoso, generoso e inspirador como el del testamento para proyectarse a la sociedad (que no es el mercado). Postulo que el núcleo organizador de nuestro quehacer y nuestra organización, nuestro boleto al futuro, sigue estando en la misión original, combinando excelencia y solidaridad en forma explícita, a la que valga la pena dedicarle la vida. 

¿Cómo? Hay que reinterpretarlo según el escenario actual, donde la fortuna inicial es ahora la trayectoria de los 80 años pasados. Necesitamos lo que en emprendimiento se llama un "modelo de negocio", que defina de qué manera vamos a poder hacer realidad este proyecto: ¿con qué instrumentos? ¿con qué financiamiento? ¿con qué organización? ¿con qué formación de los recursos humanos? ¿con qué indicadores de gestión? ¿con qué tipo de carrera académica? Construyamos modelos.

La sociedad chilena recibe propuestas para reformar su constitución. En la Universidad, eso se llama estatuto. El que tenemos data de 1992 y tiene síntomas de obsolescencia. Lo que pretendo decir en esta columna es que la discusión de consejos y estamentos y porcentajes que implica reformar el estatuto es posterior a otra más esencial: ¿estamos dispuestos a articular nuestro esfuerzo colectivo en torno a la misión que definiera don Federico Santa María, que parece más vigente que nunca?

miércoles, 15 de mayo de 2013

Carta sobre la Carrera Académica

El tema de la aplicación del Reglamento de la Carrera Académica motiva inquietud, sobre todo si implica términos de contrato laboral. Sin intentar terciar en la discusión sobre las decisiones tomadas, y habiendo una carta colectiva en incubación, estimo adecuado comentar el modelo subyacente. En mi opinión, hay un error de fondo en que se está incurriendo al enfocar un problema de ecología de bosque nativo con lógica de plantación de pino insigne.

La carrera académica actual se enmarca en una visión que pone la pertenencia activa a comunidades científicas, expresada en publicaciones sometidas a sus estándares, como única forma claramente reconocida (válida) de desarrollo personal universitario. Me parece adecuada en su ámbito propio, pero es profundamente reduccionista. Hace tiempo que el mundo universitario viene evolucionando hacia una mayor variedad de actividades y formas de trabajo, reflejado en su matriz de financiamiento. Así, la promoción del aprendizaje en sus vertientes de pregrado, capacitación, programas de postítulo y educación continua, así como la creación y operación de estos programas
es un ámbito que requeriría su carrera ad-hoc sin miradas en menos. La innovación es un camino que se parece a la ciencia solo en algunas cosas. Ninguno de los dos tiene un reconocimiento razonable en la carrera académica científica.

Ahondando un poco más en lo anterior, la carrera académica científica propia de las universidades de investigación es un proceso cuyo centro es producir teorías, conceptos, modelos o datos a partir de experimentos de laboratorio o recolección de información desde el entorno natural, los que se encapsulan posteriormente en publicaciones. Los conocimientos prácticos generados  en equipos de personas entrenadas y competentes no constituyen resultado formal reconocido y no son evaluados. En esta actividad se recurre a equipamiento complejo y sofisticado, y a herramientas conceptuales accesibles solo a una élite, y poca duda hay que sin su concurso, habría pocas nuevas ideas con las cuales alimentar la innovación.

Sin embargo, los académicos del área científica frecuentemente consideran que transformar sus experimentos e ideas en productos comerciales no es de su incumbencia, y que ello es tarea “de la industria”. La realización de ese proceso es un ámbito que requiere otro marco conceptual, más afín a los procesos de innovación industrial, que incorpora saberes propios del mundo de los negocios. Allí, importa el diseño del dispositivo, los materiales, garantizar resistencia mecánica, adecuado manejo de la disipación de calor, seguridad en su operación, uso eficiente de la energía, bajas emisiones electromagnéticas, manejo controlado de residuos, la ergonomía, altos niveles de disponibilidad, bajo costo de inversión y operación, mantención mínima, desgastes confinados a piezas de recambio de mínimo costo, mercado al que apunta, volumen de producción esperado, proceso de manufactura, sustitutos y competidores, etc., temas que mayoritariamente no se publican y que por ello no están sujetos a reconocimiento formal en la mecánica de contabilidad científica de publicaciones y citas. Estos saberes son considerados "técnicos" o "comerciales" con alguna connotación despectiva. No existen revistas ISI destinadas a publicar artículos sobre estos temas, salvo que se trate de abstracciones teóricas. Sin embargo, qué duda cabe de su relevancia.

Detrás de este sesgo se esconde la pérdida de conciencia colectiva del valor de ser una Universidad Técnica, y el esfuerzo legítimo (pero con guiños arribistas) de asemejarse a las Universidades de investigación. El conocimiento valorado en este esquema es el escrito en artículos, mientras que el que se construye en forma de organizaciones capaces, productos transables o nuevas empresas no se percibe siquiera. Sin embargo, los técnicos y sus habilidades para materializar prototipos y enfrentar los problemas de ingeniería que surgen cuando hay que hacer operar un fenómeno o principio en una máquina, satisfacen una necesidad que las universidades de investigación no abordan. La fortaleza de la Universidad Técnica está precisamente en el trabajo en equipo de ingenieros y técnicos para ir más allá. Muy distinto a la vertiente de pensamiento actual.

El trabajo mancomunado de ingenieros y técnicos es el que permite abordar la variedad de problemas que implica el desarrollo de nuevas máquinas, sistemas o productos, que se ha perfilado más arriba. Todo esto es en gran medida ajeno al mundo científico, mientras que representa el centro de las preocupaciones de quienes deben diseñar, construir, operar y mantener esos dispositivos.

Lo docente está bastante más definido, el problema es de prestigio, según lo planteado más arriba.

En conclusión, la Carrera Académica actual reduce lo valioso en la Universidad a la ciencia, y fuerza a todos a ser medidos con esa vara. El aprendizaje o la innovación son campos que, requiriendo de otras habilidades y produciendo en terrenos distintos de la publicación, no reciben un canal igual de formal para su evaluación, distorsionando su valor con tonterías tales como comparar patentes con publicaciones.

Si hay que hacer una carta, es para que haya variedad de trajes y tallas, en vez de un uniforme.

sábado, 2 de marzo de 2013

Fuerte, directo y claro

Más de una vez he escuchado a personas con carencia de detalle en el lenguaje ufanarse de que hablan "fuerte, directo y claro". Con ferocidad que recuerda a los hunos invadiendo Roma ( o a los soldados chilenos ingresando a Lima en 1881), pretenden imponerse en batallas verbales donde escuchar con atención no es parte de su repertorio.

Curiosa paradoja el uso de estos términos. ¿Qué querrá expresar un personaje de aquéllos con esos adjetivos? ¿cómo construye su significado? A primera vista parece ser que los considera atributos muy positivos, que reafirmarían la pertinencia de su estilo. Sin embargo, ¿es obvio su significado?

Paso a paso. ¿Qué querrá decir con "claro"? Suponemos que se refiere a ausencia de ambigüedad, que la mayor parte de los que escuchan entenderían lo mismo. Si es así, entonces nuestro hablante rema contra la corriente. Lo menos probable es que los significados sean interpretados tal como espera el hablante. Eso sí, la probabilidad mejora si el tema que se trata es primario, de definir acciones entre opciones preestablecidas respecto de objetos tangibles. El lenguaje del comercio pertenece a esta categoría: dimensionar, definir condiciones, y ya está. Los objetos permanecen inmutables, lo único sutil es la relación entre precio y valor. También abunda la claridad en los entornos autoritarios, porque el debate mismo ha sido suprimido, y escuchar es obedecer bajo amenaza de sanción, y más vale descubrir rápido qué quiere el que manda, que siempre se pretende a sí mismo claro. La subjetividad de los hablantes no es tema, porque lo menos probable es que sea "clara". Las situaciones complejas también están excluidas, por su propia naturaleza. Concluimos entonces que la claridad aludida, de existir, implica un alto costo en forma de limitaciones respecto de lo que es posible pensar y comunicar.

El siguiente atributo es ser "directo". Otra vez, ¿qué quiere significar este término?
¿Sin rodeos, en línea recta, sin pasos intermedios? La realidad física y psicológica es compleja. Con mucha frecuencia, las palabras no alcanzan a dar cuenta de los detalles de una experiencia. Por ejemplo, ¿cómo puede relatarse la experiencia de estar cerca de un huemul, o la impresión que nos deja un paisaje? Cuando lo que hay que describir es algo que no está claramente entendido, se requiere una construcción en el lenguaje que se va probando en el camino. Si se mapea en el espacio la trayectoria según algún criterio como entendimiento, confianza, acuerdo, etc., dibujaremos con máxima probabilidad curvas, trayectorias compuestas de giros, de ires y venires, de "rodeos", como es la comunicación cuando lo que está involucrado incluye aprendizaje, nuevos datos, nuevos conceptos, o bien, riesgo de herir al interlocutor. Se agregan elementos, se eliminan otros, se revisa desde más de un punto de vista, cuidando además de mantener el espacio de confianza entre los interlocutores. Las líneas rectas en este contexto serían el reflejo de una simplificación ciega, de falta de tacto, de conducta de "elefante en una cristalería" que no atina a comprender el entorno en que se mueve, o es demasiado insensible para hacerlo con destreza. La otra opción es la simpleza extrema del intercambio de datos en un esquema ya conocido (consultar un precio, responder preguntas de rutina), o en comunicación unidireccional (dar instrucciones sin verificar la comprensión).

¿Fuerte? ¿Qué significa fuerte? Tiene diversas acepciones. La principal es la resistencia en diversos sentidos. Resistencia a ser movido o arrancado de una posición (que podría significar a su vez rigidez para aprender, entender o aceptar nuevas ideas). Resistencia al cansancio o a la desgracia, que no tienen mayor relevancia en este contexto. Fuerte es también poderoso, que puede ser interpretado en un sentido intimidatorio de dureza o en un sentido de elocuencia. Puede también significar agresivo, violento, hiriente de la sensibilidad (decir "cosas fuertes"). Fuerte puede significar también "a gritos", como sinónimo de enojo y negación de diálogo. Puede significar también vulgar o grosero, y , en algunos países, "apestoso" o "maloliente".

En conclusión, hablar "fuerte, directo y claro", no es claro que sea claro; si es directo, se aplica a un tipo y número muy limitado de mensajes, y si es fuerte, quizás sea preferible buscar otro término.

miércoles, 19 de octubre de 2011

¿Y ahora qué podemos hacer?

Tras largos meses de universidad alterada, los profesores hemos adherido a una iniciativa de programar un segundo semestre, aunque sea en condiciones difíciles, y de "invitar" a los estudiantes a retomar una vida académica más tradicional. Sin embargo, los estudiantes más activos no han tomado bien la medida, iniciando una seguidilla diaria de tomas y desalojos que puede continuar indefinidamente. No están dispuestos a volver a clases con ánimo derrotado.

Muchos profesores hemos manifestado claramente a lo largo del tiempo nuestra simpatía por el movimiento, y la Universidad en general ha respetado en estos meses las decisiones de la institucionalidad estudiantil. El llamado a reiniciar los estudios profesionales se funda en la necesidad de preservar la institución, que agota sus recursos sin cumplir con sus propósitos inmediatos. Las tomas son lamentables, pero no podemos condenarlas ignorando el contexto en que ocurren.

El movimiento es un levantamiento social mayor de los jóvenes contra el abuso cotidiano en forma de leyes incumplidas, desregulación y transferencia de recursos del Estado a sostenedores y bancos sin correlato claro con una creación de valor educativo. También lo es contra la deficitaria inversión del Estado en todos los niveles educativos. Sin embargo, el cuestionamiento más profundo es a la concepción doctrinal que subyace a la estructura del sistema y al orden legal vigente en Educación. El tratamiento de la educación como un mercado de servicios genera segregación social, profundiza la desigualdad de oportunidades y hace de la educación un sistema de preservación de privilegios.


Es comprensible que el giro doctrinal profundo que significa excluir la actividad educacional del espacio de actividad empresarial con fines de lucro encuentre resistencia en un gobierno de derecha. Sin embargo, hay una aplastante mayoría que apoya al estudiantado, y el gobierno presenta un nivel récord de impopularidad. Podría esperarse según ello esfuerzos por lograr alguna sintonía con las demandas.

Sorprendentemente, ahora que el gobierno ha dado a conocer su proyecto de ley de presupuesto para el siguiente año, las primeras informaciones y declaraciones señalan que respecto de la educación, el proyecto decrece la tendencia al alza de aportes en general y en lo universitario, favorece al sector privado. Aunque faltan antecedentes para hacerse un juicio más fundado, parece ser que la capacidad de escuchar para hacer buen gobierno, innecesaria durante la dictadura, es una carencia crónica de los gobernantes. No deja de sorprender que gente formada extensamente en escuchar las necesidades de clientes en el mundo comercial no logre trasladar estas habilidades a la acción política. La actitud del Gobierno no puede sino profundizar la crisis y encender aún más los ánimos.

Las posibilidades de realizar docencia normal se alejan cada vez más. Aunque se logre volver a clases, será en medio de marchas, incidentes y alguna cuota no despreciable de violencia del segmento más limitado o dañado en materia conductual, descargada muchas veces sobre gente inocente. ¿Qué oportunidad se esconde tras esta crisis? ¿Qué podemos hacer de manera diferente? ¿Como puede aportar una Universidad Técnica al debate que el Gobierno elude en los hechos?

Un tema que me parece propio es el del sistema de formación de recursos humanos para el sector productivo. Varios subtemas se desprenden de allí. ¿Cómo puede equilibrarse la balanza entre la formación de técnicos, la de ingenieros y la de postgraduados? ¿Cómo desarrollar metodológicamente la formación para hacerla progresiva en vez de segregada? ¿Cómo contribuir a hacer empresas menos estratificadas, más comunicadas, más centradas en el servicio y la calidad, verdaderamente respetuosas de las personas? ¿Cómo estimular conductas innovadoras desde la formación? ¿Cómo promover valores de sustentabilidad que posibiliten un clima de innovación generalizado en las empresas?  ¿Cuánto contribuye la formación tradicional magisterial al fracaso académico y al desarrollo de valores autoritarios? ¿Cómo podemos reorganizar los roles, espacios y currículos en la Universidad para crear un clima de excelencia y creatividad, a menor costo de tiempo y recursos? ¿Cómo formar investigadores-emprendedores? ¿Cómo formar en ciencia en el mundo escolar para estimular a la exploración, a la comprensión y protección del mundo material?

La explotación de recursos naturales conduce a productos de características estáticas (cátodo de cobre, harina de pescado, celulosa, alimentos con diferenciación artificiosa mediante envases ad hoc), dependientes de la demanda gobernada por vaivenes económicos. La economía del conocimiento y la innovación es menos crítica y más prescindible en este contexto. Es probable que la evidencia empírica sustente mi creencia en que la innovación florece en medio de una población menos estratificada, más educada (respetar y valorar personas) que erudita (saber muchas "cosas"), con un elevado sentido de su propia dignidad, capaz de colaborar y de entender los límites de la competencia, y, con capacidades técnicas, comerciales y estéticas para comunicar y hacer valorar su cultura en forma de productos.

Cuando empecé a escribir esta columna, lo hice lleno de zozobra por lo que está ocurriendo, con una sensación de impotencia. Me equivoqué. Podemos hacer mucho, si es que nos organizamos para hacer y responder las preguntas adecuadas.

lunes, 8 de agosto de 2011

La nueva oposición

He escuchado a nuestros estudiantes rechazar con convicción al conjunto de la clase política, los que ejercen las funciones de gobierno, legislación y diálogo político. La oposición ya no es la fracción del parlamento correspondiente a los partidos no gobernantes: está en la calle, en las universidades y colegios, en las ventanas que emanan la música de las cacerolas.

El gobierno hace propuestas que esta oposición rechaza de plano, sin discriminar "partes buenas" o "malas". Intenta escuchar, pero no entiende el fondo de lo que estos jóvenes respaldados claramente por sus familias demandan: ¡CAMBIO DE MIRADA! Antes de cualquier medida técnica de cómo legislar o financiar cambios, quieren declaraciones de principios orientadores.

Luego de la crisis de 1973, quienes se hicieron del poder real, cambiaron definiciones básicas. El Estado pasó de ser el ente protector a ser considerado la fuente de la pobreza, el agujero negro de los recursos del país. Se introdujo el concepto de Estado subsidiario, es decir, los actores "privados" (curiosa denominación ésta) tendrían la iniciativa, y el Estado tendría un rol sólo compensador en aquellas áreas donde la interacción entre los actores privados actuando como agentes económicos (el mercado) no fuera "suficiente". La libertad de elegir pasó a ser la gran panacea.

Treinta y tantos años después, nos encontramos con un país más rico, pero donde la libertad enriqueció mucho más a los más capaces y a los ya poderosos. La libertad creó desigualdad.

Nos encontramos con un país donde el interés privado subordinó lo público al lucro, y en gran escala. Se leen y escuchan argumentos imbéciles alegando que "todos lucran", eludiendo hacerse cargo del fondo de la queja: el retorno patrimonial del inversionista tiene prioridad por sobre la satisfacción de la necesidad pública encomendada, lo que desprotege precisamente a los más pobres.

La ley de Universidades de 1981, que las declaró sin fines de lucro, descansaba en un cierto sentido común que aún predominaba: era impensable comprar y vender Universidades. Eran instituciones, no empresas, es decir, tenían un fin público, no privado. La Universidad se pensaba como una contribución social, como una forma de donación, nunca como una plataforma de negocios. ¡Cómo cambió eso con los años!

Las organizaciones que han operado maliciosamente al amparo de esa ley se presentan como benefactoras que han dado oportunidad a miles de estudiar una profesión y mejorar sus condiciones de vida. Con ese argumento, La Polar podría alegar que lo importante es que dio acceso al consumo a miles de chilenos que no tenían crédito. Pero el punto es otro. Los recursos para la educación siempre son escasos. No importa cuánto se invierta, siempre es posible idear actividades o requerir recursos que pueden profundizar el aprendizaje o la capacidad creativa. Infraestructura, viajes, equipamiento, financiamiento de proyectos, maestros venidos de los mejores lugares, siempre es posible invertir más. Según la ley, todo lo que el Estado y las familias destinaran a educación, debía invertirse en las instituciones. Los miles de millones que han salido de la Educación a engrosar los bolsillos y el poder político de unos pocos son por ello un fraude a la sociedad chilena. Las declaraciones del Ministro de Educación acerca de que se hará cumplir la ley en su letra y espíritu resultan aún incongruentes con sus propios gestos corporales, lo que unido al poco entusiasmo del resto del Gobierno sobre este punto, da mínima credibilidad a sus palabras.

La "libertad de elegir la educación" es otra falacia engañosa que desinforma y confunde. Nos muestran la "oferta educativa" de la misma manera que las ofertas turísticas. Ud. puede hacer sus vacaciones viajando hacinado en un bus urbano "charter" o en primera clase de un línea aérea. Cada cual compra lo que puede. Así, el Estado no tiene que garantizar ni igualdad de oportunidades ni convergencia cultural, tan sólo subsidios de muy poca monta frente a lo que invierten las familias de más recursos. El Estado queda despojado completamente de su rol de articulador de la convivencia y conservación de la identidad nacional. Así, sólo eligen los que tienen el dinero para financiar sus expectativas. Para los demás, la elección no existe, y lo que el Estado garantiza no satisface a nadie.

Las demandas de los estudiantes se pueden resumir quizás en una sola: no al lucro en gran escala con los bienes públicos. Proveerlos es tarea del Estado.

Sin embargo, es altamente improbable que los actuales gobernantes modifiquen aquello que ha sido su credo y fuente de prosperidad. Lo que sí podemos prever es que el mensaje del próximo gran líder de cambio en Chile ya está definido.

lunes, 4 de julio de 2011

La inasible calidad educativa para la lógica empresarial de mercado

Lo que más me ha chocado de las argumentaciones sobre el tema educacional es su reducción a un tema de dineros o "calidad", en que el Estado es conceptualizado como un dueño privado más, y el sistema educacional como una rama de la industria de servicios. El Editorial de la Tercera del 30 de junio critica la autonomía universitaria para elegir sus autoridades. Bajo la justa exigencia de rendición de cuentas por el uso de los recursos públicos, desliza una meta más ambiciosa: el gobierno "debería impulsar con vigor una reforma del gobierno corporativo de (los planteles estatales), cautelando una razonable autonomía académica, (que) permita que el Estado, como dueño que es, exija cuentas y haga efectivas las responsabilidades por una gestión deficiente". ¿Que la clase política decida "desde arriba" el gobierno de la Universidad? ¿Qué tendría de distinto con el sistema de rectores-delegados?

Un columnista que escribe sobre "la batalla de las ideas" usa el alto número de empleados administrativos como argumento para considerar que el rector de la principal universidad estatal no tendría autoridad para hacer planteamiento o exigencia alguna, como en una suerte de escándalo. Es toda una innovación construir filosofía a partir de la aritmética.

No me convencen. Es más, creo que yerran profundamente en su apreciación.

Los jóvenes se levantan sin un marco ideológico claro ni uniforme. Obvio, son jóvenes. Pero no lo necesitan para observar hechos. La manida receta neo liberal de convertir cualquier tipo de organización en una empresa privada, con el norte de mejorar el uso de los recursos ("ganancia en eficiencia"), muestra en Salud, Educación, Agua, Energía, Deportes y otros ámbitos más el mismo resultado: la enajenación del interés público y su reemplazo por el privado de rentabilidad de la inversión. Treinta años de neoliberalismo han generado riqueza sólo para algunos, los más capaces de mover empresas. Para el resto, la pobreza solo cambió de rostro. Ya no es tanto hambre y frío, como precariedad, endeudamiento y sus secuelas sociales. Los jóvenes entienden muy bien las consecuencias de ser encasillados como clientes de crédito educacional. Nos piden mejores respuestas.

¿Por dónde buscarlas? Está bien considerar los temas de recursos en la discusión (son escasos y por ello se debe minimizar la decepción en su asignación). Pero también debemos reconocer las limitaciones de ver la educación sólo como una usina de servicios. Ese modelo impide percibir el muchísimo mayor caudal de valor transferido por donación, que hace posible la vida social en general y la educación en particular. Hay mucho más valor intercambiado de esta forma que no se mide ni se registra, y que queda fuera de la discusión centrada en contabilidades. Cualquiera que tenga experiencia docente sabe que los mejores profesores son excelentes por su capacidad de crear respuestas adaptadas a cada situación particular, en vez de repetir un proceso optimizado. Hablar de calidad en educación  se relaciona mucho más con la conversación humana que con la línea de montaje o ISO 9000. Se alimenta de cuidados, de respetos, de conocimiento, de poder confiar, de atreverse a explorar y aprender, de sentirse protegido. La realidad es demasiado compleja para reducirla a un contrato, sólo procede el compromiso entre personas, que es una promesa de donación mutua, de invención de lo apropiado a cada nueva circunstancia que el proceso educativo descubre. Por definición, no tiene límite, que es lo esencial para establecer un contrato de suministro. Y cuando se trata de medir ese valor en alguna forma de contabilidad, se le destruye al igual que en el amor, que no acepta otra cosa que la donación innúmera. La ceguera sobre el valor no monetario creado en la educación hace ir de tumbo en tumbo en la creación de consenso y colaboración. Los empresarios perciben tan poco de esto como los educadores de administrar recursos con eficiencia. Este sí que es un tema para trabajar intelectualmente: ¿cómo incorporar el valor no-monetarizado al análisis? ¿Cómo hacer convivir lo cuantitativo con lo cualitativo? ¿hay alguna tradición de pensamiento matemático que aborde este problema, si es que se puede llamarlo así?

Creo ver en el horizonte que más allá de la mecánica de mercado que está solo atenta a los propios intereses, se ve venir una lógica más planetaria. Es la ética de tercera generación, que no sólo busca equidad, sino también sustentabilidad. En la práctica, esto se traduce en profundizar la mirada al planeta, pasando de verlo como "fuente de recursos naturales" (que para "extraerlos" se interviene y destruye toda clase de ecosistemas naturales) al de habitat común con una biodiversidad de formas de vida donde nos necesitamos mutuamente. Se trata de ampliar la percepción más allá del foco de los intereses propios a todos los "impactos" (efectos colaterales no buscados) que generan nuestras acciones y proyectos en otras comunidades y el ecosistema planetario en general. Se trata de cuidar en conjunto para conservar antes que explotar en medio de competencia para maximizar. Esto se aplica al territorio, y también a la educación. Gran parte de lo que le sucede a los estudiantes en un proceso educativo "de calidad", como ya vimos, viene de un cuidado que no puede definirse en un contrato. Y sin embargo, es decisivo en el resultado.


Antes pensaba que el tema del lucro era inevitable y que había que aprender a convivir con él. Sin embargo, a la luz de la burbuja financiera que se viene creando por deudas de estudios para que algunos se apoderen de los recursos (que no es lo mismo que enriquecerse), y también del poder, le encuentro cada vez más sentido a declarar la EDUCACION un territorio libre de convivencias tarifadas.
Tendrá que ser como la justicia: que haya plata de por medio será considerado cohecho, soborno, en suma, delito. Tendrá que ser como en el amor: Cuando hay dinero de por medio, se le llamará prostitución y se hará claro distingo respecto del amor.

Mientras la iniciativa "privada" se movilice por lucro, ciega y ajena al valor donado más allá de la contabilidad, ciega y ajena a la asimetría abusiva entre los que se endeudan para estudiar y sus prestadores de servicios, ciega y ajena a la diferencia entre tratar irresponsablemente con agentes económicos teóricos  en vez de  personas que son pasajeros del mismo navío planetario, tendrá que mantenerse alejada de la Educación.


jueves, 30 de junio de 2011

¡Otra vez el lucro!

Cuando estamos próximos a cumplir un mes de renuncia de los estudiantes a realizar las actividades que la Universidad les ofrece y prescribe para su formación, intento una vez más entender lo que ocurre. Me llama la atención la duración de esta crisis, sin que mediara un detonante inicial potente.  El gobierno hace anuncios de más lógica monetaria en educación el 21 de mayo y poco a poco se empieza a producir este lahar que reúne un descontento profundo de muchos. 

En esta crisis se conjugan por un lado el pobre desempeño educacional de nuestro país en el concierto internacional (una medida más objetiva de que podemos hacerlo mejor, y de la que poco se ha hablado), y por otro lado, el enfoque que se hace de la educación como un mercado de servicios donde lo central es el dinero que se invierte, cómo se gasta, si cuadran las cuentas, si el alumno pagó o no pagó, si el dueño tiene o no tiene poder y un sin fin de otras preocupaciones propias de comerciantes. Antes pensé que era inevitable. Hoy pienso que se requiere de medidas culturales antisépticas.

La educación tiene mucho en común con el amor. Parte por cuidar de otro. Respetarlo con autenticidad, no con la cortesía interesada de hoteles de muchas estrellas. Ayudarlo a crecer. El dinero tiene su lugar en ambos, pero cuando intenta ocupar el centro, lo corrompe todo. El problema es que estamos inmersos en una red de conversaciones que pone el dinero al centro. Las personas encargadas de mejorar la educación solo piensan en servicios. 

No me importa si la educación sale más cara o más barata, con tal de que el espíritu de Maturana y Varela tenga donde existir y multiplicarse. No les imagino "fichando" por una organización donde el Gerente de Recursos Humanos o Cazador de Cabezas pudiera faltarles el respeto pauteándolos o exigiéndoles eficiencia docente. Los profesores universitarios no son obreros del saber al servicio de rectores o decanos sostenedores dueños de inmobiliarias.

Si les confiáramos el amor a esas mismas personas, rápidamente dirían que es un mercado de sexo sin fines de lucro, donde lo importante sería el número de prestaciones y su tasa de crecimiento anual. Muy poco tiempo después, crearían Corporaciones de Promoción del Amor (sin fines de lucro, por supuesto) y luego crearían cadenas inmobiliarias que arrendarían moteles, casetas, vehículos, rincones sombríos y toda clase de gadgets a las Corporaciones para que éstas pudieran ejercer su función promotora. No me sorprendería que también fueran a misa y consideraran la homosexualidad una anomalía.


Hidroaysén es una muestra más de esta manera de ser y actuar. Sabemos que hay que producir energía eléctrica, y sabemos que es un problema serio. Pero para la gran mayoría de los que no tenemos parques naturales propios, y que nos alimentamos de compartir la naturaleza apenas intervenida como una fantasía espiritual de primera necesidad, nos violenta la grosería del poder político y empresarial para atropellar la modesta institucionalidad ambiental en su intento de hacer responder las preguntas que corresponden . Desde el núcleo del gobierno llega la orden impúdicamente pública a los SEREMIS de declarar aprobada la iniciativa, y probablemente a los jefes de servicios técnicos y científicos de sustituir los informes críticos de sus especialistas por cartas de conformidad. Abuso de poder para beneficio de unos pocos es según el diccionario la definición de corrupción. Por ello, Patagonia ¡sin represas!.

Creo que vale la pena hacer esta pérdida de clases, aunque sólo sea para invitar a pensar a nuestros gobernantes y a nosotros mismos en la necesidad de considerar a la poesía en nuestro diseño de organizaciones. La receta neoliberal de convertir previsión, salud, educación, servicios, deportes y otras cosas en empresas de negocios genera eficiencia de funcionamiento, pero enajena los objetivos sociales originales y mata el sentido de "nuestro" que necesita la vida social para ser tal. Hace recordar el titulo de la novela peruana "El mundo es ancho y ajeno".

El clamor de los jóvenes de Chile es por añoranza de lo que no tiene precio, de lo que se da sin medir, sin dejar registro y sin evaluar. Es porque la educación, al igual que el amor, sea un territorio libre de tarifas.

P.D. Sobre los parentescos entre amor y educación, invito a leer esta otra publicación.

miércoles, 20 de octubre de 2010

¿De qué se trata la responsabilidad social?

Hace algún tiempo leí en la prensa la declaración de un dirigente empresarial que decía: "Para incorporar Responsabilidad Social Empresarial (RSE) debemos comprometernos con una causa: niños en riesgo social, ancianos abandonados, enfermos que necesitan costosos tratamientos, discapacitados que quieren insertarse en el mundo laboral." En otra ocasión, una gran empresa nos ofreció equipos a precio rebajado para nuestro laboratorio universitario, informando que el descuento lo financiaría su Unidad de Responsabilidad Social. En ambos casos, el concepto implícito es que ser socialmente responsable es destinar recursos para ayudar a otros (más necesitados).


Sin perjuicio del valor de ayudar, entiendo algo diferente por responsabilidad social: el esfuerzo sostenido de una organización para autoevaluarse respecto de los efectos que genera en su entorno, priorizando la acción de mejora en los más indeseables. Responsabilidad social no es filantropía para influir en la imagen pública, o para satisfacer la necesidad de sentirse buenos y generosos. No consiste en escoger al arbitrio dolores ajenos para mitigar, sino en garantizar que no se es la causa de dolores en el día a día de la propia acción empresarial. Es comprometerse a trabajar para no ser una carga para la sociedad y el planeta, y a responder dando cuenta periódica de ello.


Según ello, actuar en forma socialmente responsable lleva a revisar cosas tales como la honestidad de las prácticas de negocios en la propia organización, la veracidad de la información que se entrega acerca de los productos o servicios, la emisión de residuos y el manejo que se hace de ellos, el respeto hacia las comunidades vecinas, las prácticas laborales, el desempeño energético o el uso del agua, por mencionar los más frecuentes o relevantes. Todos estos ámbitos tienen en común ser vulnerables a prácticas abusivas, caracterizadas por no asumir algunos costos, cargándolos a otros o al patrimonio común.


La mitigación o erradicación del eventual daño que la acción cotidiana de la organización genera en el entorno, está por sobre la comisión de actos esporádicos de solidaridad. Así, reviste mayor prioridad reducir o eliminar la emisión de aguas contaminadas provenientes del proceso productivo, que financiar la reparación de una escuela. La construcción de un espacio deportivo comunitario no es opción respecto de garantizar la seguridad de los propios trabajadores. La clave está en el orden: corregir falencias va primero.


La responsabilidad social no se plantea como algo a fiscalizar, sino como un compromiso asumido en forma pública y autónoma. Significa autoimponerse obligaciones fundadas en convicciones y garantizar que se juega limpio, que se pagan todos los costos. Por eso, incluye dar cuenta pública a través de informes que están siendo normados internacionalmente en su elaboración y contenido para garantizar que son representativos. Por supuesto, van más allá de un reporte de donaciones.