miércoles, 10 de julio de 2019

Y después del paro de 2019, ¿qué?

El paro USM de 2019, continuador de los de 2011, 2013, 2015, 2017 y 2018, ya está en sus postrimerías. El tema es hoy día cómo terminar el semestre en dos o tres semanas, considerando que faltaban ocho cuando el paro se inició. Claramente un problema sin solución legítima. Más allá de las formas de absorción del déficit, que nunca llegarán al 100%, ¿qué reflexiones nos sugiere este nuevo y a la vez tradicional período de desarticulación?

La primera y más evidente es que el marco legal con el cual los estudiantes declaran el paro y la condescendencia de la institucionalidad con dicho marco son claramente insostenibles. Si con un 15% de los estudiantes que vote es suficiente para tener quorum, basta un 8% de los estudiantes activos para que, con la colaboración implícita de la mayoría pasiva (que ya es un hecho que se repite), se detenga el trabajo docente. Por otra parte, si bien la Autoridad ha llevado negociaciones con la dirigencia estudiantil para terminar el paro, no ha sido igualmente eficaz en la comunicación masiva para hacer perceptible la presión que se levanta en los diversos subsistemas universitarios como consecuencia del paro: profesores de jornada parcial, ministerio de educación, retiro de alumnos, mayor costo para los estudiantes de otras regiones, pérdidas económicas cuantiosas, entre los más visibles. Hay que revisar este marco.




La segunda es ¿por qué la mayoría pasiva no protesta activamente por esta alteración de sus estudios y se repliega a la espera de que el temporal pase? Pensamos que esto es un síntoma de algo más de fondo: LA EXPERIENCIA UNIVERSITARIA ACTUAL NO ES CAPAZ DE CAPTURAR LA PASION ESTUDIANTIL. Los estudiantes soportan con cierto estoicismo este proceso de formación, porque no hay alternativa viable para ellos.

Mi hipótesis es que a ello concurren:
a) la organización presente del aprendizaje estructurada en una línea de montaje de conocimiento mayoritariamente teórico y fragmentado, que habla pero no escucha, y que fácilmente se torna un sinsentido para el estudiante novato si no hay un mapa claro y creíble en su mente del camino de  formación y los territorios que atraviesa. Cuando decimos creíble, nos referimos a la dimensión afectiva del conocer.
b) Una organización social mayoritariamente vertical (mando) entre profesores y alumnos, donde la racionalidad prescriptiva del programa de estudios, gobernada por los profesores, apenas tiene espacio para la afectividad, el mito, la pasión, el amor o el éxtasis. No son parte del "diseño".       
c) Una organización del espacio físico centrada mayoritariamente en la sala de clases, un lugar transitorio para presenciar. "Además", a los estudiantes se les ofrece "lugares de estudio" transitorios en Biblioteca u otros espacios, imposibilitando cualquier identificación afectiva con un territorio. El laboratorio con autonomía es la excepción, no la regla.
d) La necesidad insatisfecha de una imagen y relato articulador del sentido del paso por la Universidad, que haga la diferencia entre el dolor y fatiga del ascenso y la simple tortura; entre poner ladrillos y construir catedrales. La promesa individualista implícita de riqueza, poder y consumo futuro que ronda la "Universidad para todos a crédito" actual es pobre en resonancias del mayor desafío social propio del siglo XXI: SOSTENIBILIDAD.

Así, es habitual hallar que se aprende frágilmente por el período breve que media entre la enseñanza y la evaluación, para olvidar luego por no haber echado raíces en esferas más profundas de la psiquis, ni despertar la pasión. Imaginemos por un momento una universidad como una red de co-works/fablabs equipados, donde los estudiantes pasan toda su jornada trabajando en problemas multidimensionales; con profesores en rol de mentores que escuchan y conversan; estudiando y certificándose en línea en materias teóricas; con títulos basados en una acumulación de contribuciones en torno a los proyectos en que ha trabajado.

Los estudiantes hasta ahora carecen de un marco conceptual para cuestionar el sistema presente, y se refugian en una lógica sindical en torno a temas generales como la diversidad de género, la inclusión de minorías, la reivindicación de la mujer, la elección de autoridades por sufragio ponderado de "estamentos" o la salud mental, todos muy relevantes, pero que no logran calmar su malestar.

En esta década hemos tenido colapsos recurrentes y cada vez más frecuentes de la cadena de montaje docente, que nos dejan la convicción de que los tiempos de la verticalidad se agotan; que hay que afrontar el futuro desde una lógica de liderazgo; qu hay que prototipar cocreativamente innovaciones disruptivas respecto de la forma de trabajo de la propia Universidad.

Los diálogos que se generaron durante este período al interior de algunos departamentos, junto con proteger la confianza indispensable para el trabajo cotidiano, van en esa dirección. Tema para jornada, claustro, o proyectos de candidaturas...