miércoles, 7 de mayo de 2008

CARTA ABIERTA A LOS ESTUDIANTES

Motivación

En las últimas tres semanas ha estado suspendida la actividad docente del pregrado en la Casa Central, por iniciativa estudiantil, en un proceso gatillado por el conflicto en torno al sistema de transporte público para estudiantes (emisión de documentación, vigencia del beneficio, tarifas, etc.). Este estado de excepción y los diversos comportamientos en torno al mismo me parecen una buena oportunidad para reflexionar en conjunto acerca de cómo mejorar nuestra vida universitaria y mejor lograr nuestras metas educacionales. Con esta motivación, me permito dirigirles estas líneas, con la esperanza de abrir conversaciones y generar nuevos proyectos.

Las cegueras del conocer y el sentido del diálogo
Antes de entrar en materia propiamente tal, quiero recordar características humanas esenciales que subyacen siempre a todo intento de comunicación.

Los seres humanos, por nuestra estructura neurológica (1), tenemos un modo interpretativo de comunicarnos (2), muy diferente de la radio o computadora. Estas últimas se comunican cuando un receptor reproduce los mensajes en correspondencia casi exacta con lo enviado desde el transmisor. Los seres humanos en cambio, cuando recibimos un mensaje, gatillamos un proceso de producción de una interpretación en nosotros mismos que no es el mensaje original, sino algo nuevo y propio de nosotros. Cuando escuchamos a alguien, lo que hacemos es traducir su mensaje, construyendo en nosotros mismos un significado, una emoción y una disposición para la acción, pero según nuestra propia experiencia y estructura. El mensaje sólo selecciona una posibilidad de comportamiento entre todas las que nos son posibles. Es como la guitarra, que suena de ciertas muchas maneras, pero sólo ésas. El guitarrista no produce el sonido, sólo lo selecciona de entre los posibles.

La comunicación es de suyo precaria. En el proceso de escuchar, podemos omitir cosas. Podemos generalizar a partir de un hecho puntual, sin base lógica. Podemos distorsionar el mensaje para hacerlo encajar en nuestros paradigmas, o para adaptarlo a los bloqueos que impone nuestro sistema emocional. Nuestros afectos influyen en nuestro juicio. El tiempo trae el olvido y la reinvención.

La palabra va también acompañada del gesto, de la inflexión, el tono, y todos aquellos matices que modulan la emoción, nuestro diccionario instantáneo de interpretar. La ira o el miedo modifican profundamente nuestra capacidad de escuchar, y pueden ser gatilladas desde la teatralidad de uno o más oradores, llevándonos a actuar o no actuar de maneras que después nos asombran cuando la emoción se agota. Nuestros afectos y emociones influyen en nuestro juicio (3).

El punto central se resume en el aforismo mi mente no existe sin tu mente. Aunque nuestra experiencia es estrictamente individual, pensar no es individual, sino social. Lo que se asume cierto está determinado por la cultura en la que crecemos. No es posible conocer objetivamente “la” realidad, y por ello acceder a “la” verdad. Nadie puede arrogarse la autoridad de obligar a otro a aceptar sus visiones como “las” visiones. Por el contrario, mi saber no se realiza si tú no me entiendes. Y nadie es tan ignorante como para no poder enseñarte algo. El saber es algo colectivo, se valida por su poder en la acción con otros.

Esto último es el cambio de acento más importante. Desde construir verdad a construir cultura. Desde lo individual a lo social. Desde mandar basado en el miedo a persuadir inspirando confianza. Dialogar no es otra cosa que explorar un tema complejo trascendiendo la comprensión de un solo individuo. No se trata de ganar o perder. Todos ganamos si lo hacemos correctamente, obteniendo una comprensión que no se podría obtener individualmente.

Yo soy parte de todo esto. Comparto esas limitaciones humanas. Y la incoherencia entre el pensar, decir y actuar. Lo que diré a continuación no es ni verdadero, ni falso, ni relativo. Es sólo un intento de convocatoria a un diálogo que me compromete a aceptar mis propias incoherencias.

El sentido de suspender la docencia normal
Intento entender el sentido del paro. Trataré de modelar buscando una lógica coherente.

Si es un problema de dinero, por principio, las huelgas buscan causar un perjuicio que fuerce a la contraparte a negociar en medio de un conflicto. El mayor costo del pase escolar que está en juego es del orden de $60.000 a $120.000 anuales, mientras que sólo un mes de vida universitaria implica una inversión muy superior a esa cifra. Ya me merece duda esta explicación. Siguiendo con esta visión monetarista, la violencia callejera sería una estrategia coherente. Al causar daño público, se presiona a la contraparte estatal a negociar concesiones. Sin embargo, el costo en gran medida no lo paga el estudiante, sino su familia, la institución y el Estado por la suspensión y prolongación de actividades, y el público por la violencia callejera.

Quizás la lógica se ajusta a los métodos no-violentos, que se basan en poner a prueba la credibilidad de las declaraciones que profesa un grupo social, y sus autoridades en particular, provocando una crisis emocional. Por ejemplo, la huelga de hambre pone a prueba el derecho a la vida que la constitución de los estados suele otorgar a los ciudadanos y que es tarea de las autoridades garantizar. A su vez, es un llamado a los conciudadanos a hacerse cargo de la injusticia de alguna situación y a actuar en consecuencia. No hay ninguna agresión física a nadie más que a uno mismo. Lo esencial es aquí la difusión mediática o directa de las acciones, de modo de provocar el efecto emocional buscado.

Las huelgas estudiantiles quizás se inscriben en la misma lógica. Al suspender el trabajo docente, nos autoinferimos un daño, mientras denunciamos la falsedad de algún proceder, la existencia de un abuso, de alguna negligencia, o la vulneración de un principio importante. Publicamos letreros, hacemos declaraciones a los medios e inventamos toda clase de acciones para que el público se entere de nuestra denuncia y solidarice con nosotros, a la vez que respetamos escrupulosamente los derechos de los demás.

Otra hipótesis: el terrorismo consiste en causar un daño desmedido a una muestra de inocentes por un proceso de selección impredecible e impune, de modo que todos se sientan amenazados. Puede utilizarse para lograr que las autoridades se sometan a nuestros requerimientos en pro de evitar males mayores. Para tener éxito, se requiere organización y entrenamiento, anonimato por dilución en una masa de individuos similares indistinguibles, ausencia de estructuras formales con responsables visibles y un discurso encendido en nombre de alguna causa justa. Los procesos de toma de decisión de estructuras fugaces en condiciones de manipulación escénica y ahogo de los más débiles son ideales para albergar estas formas de acción.

Pueden proponerse otras hipótesis, como las basadas en la Tercera Ley Fundamental de Carlo Cipolla (4) sobre el comportamiento humano , que se refuerza con la propuesta interpretativa de Hanlon (5) de las acciones humanas. Pero hasta aquí por ahora.

Sin duda que en los últimos acontecimientos encontramos elementos de cada una de estas hipótesis explicativas de qué está ocurriendo. ¿Cuál es la verdadera? Por ello el largo preámbulo sobre realidad y verdad. Personalmente no creo que ninguna sea “la” verdadera. Hay demasiadas personas distintas con demasiadas historias personales para simplificar de esa manera las cosas. Lo importante es lo que podamos aprender de la experiencia de estos días.

¿Qué personas queremos ser? ¿Qué sociedad queremos construir? ¿En qué mundo queremos vivir?

Aprendemos mucho más de lo que hacemos que de lo que estudiamos y decimos. Cómo hacemos las cosas es entonces central, porque ese es el aprendizaje permanente. Un ejemplo tremendo de ello son todos aquellos antiguos combatientes que fueron entrenados para la subversión en nombre de la justicia y la lucha contra la opresión, que desaparecidas las condiciones para las que se prepararon, han pasado a engrosar las filas de los delincuentes porque nunca pudieron aprender a vivir de otra manera.

Sin duda que cuando nos vemos enfrentados a lograr nuestros objetivos, hay una tentación por el recurso a la fuerza, que parece rápida, eficaz, movilizadora, nos da una embriaguez transitoria de poder. Sin embargo, aquí es pertinente examinar la ecología de la acción, es decir, la totalidad de los impactos que genera nuestro accionar en un entorno complejo. Edgar Morin (6) nos dice sobre este tema -“Toda acción escapa cada vez más de la voluntad de su autor a medida que entra en el juego de las inter-retro-acciones del medio en el cual interviene”-, y agrega “Los efectos de la acción dependen no sólo de las intenciones del autor, sino también de las condiciones propias del medio en el cual se desarrollan dichos efectos. Se puede considerar o suponer los efectos a corto plazo de una acción, pero sus efectos a largo plazo son impredecibles”.

Si actuamos con violencia, establecemos la violencia. Y los dañados por ella generalmente superan con creces a los beneficiados. Es análogo a la droga y sus efectos de largo plazo.

No da lo mismo cómo hacemos las cosas, a qué recurrimos, ni basta con cuidar desde qué intenciones actuamos. Somos responsables de los impactos que generamos, por impredecibles que sean. Este es el dominio de la ética y la responsabilidad social(6), con las personas, con la sociedad, con la Tierra.

Ética tiene su raíz en ethos, la palabra griega para señalar el lugar en que vivimos en común, la morada en común. Por eso también se llama moral. La ética no es un complicado conjunto de reglas para deducir lo que es correcto, sino la conducta competente de una persona afectivamente sana que siente que pertenece a una comunidad y el entorno físico que la sustenta, y cuida de ambos reflexionando y actuando según sus mejores capacidades, porque se identifica con ella (7).

Dos de los objetivos educacionales de la formación de ingeniería que serán crecientemente evaluados en los procesos de acreditación por su trascendencia en la vida social futura son a) desarrollar un entendimiento de la responsabilidad ética y profesional y b) desarrollar una educación lo suficientemente amplia para comprender el impacto de la soluciones de la ingeniería en un contexto global y social.

El acervo científico y técnico puede enseñarse en clases y evaluarse a punta de exámenes, por aburrido que ello sea, porque versa sobre sistemas que no aprenden, que cambian según pautas conocidas y validadas. La responsabilidad social para con todos los afectados por nuestras acciones, incluyendo el entorno, pertenece en cambio al ámbito de la comunicación humana, de las interpretaciones que cambian permanentemente. No tiene sentido dar clases de ello. Sólo se puede descubrir en momentos como éstos, enfrentados a los dilemas de la acción. Admiro a los que se equivocan. Y les pido que me permitan conversar y aprender con ellos. Tenemos mucho que descubrir.

Lamento también mencionar que los que se refugian en sus casas para capear este temporal malgastan sus oportunidades de templar su espíritu cultivando sus capacidades y convicciones cuando importa. Son los que menos aprenden, los que menos crecen.

Waldo Valderrama R.
Mayo de 2008


(1) Maturana, H. y Varela, F. “El árbol del conocimiento”, Ed. Universitaria, 1984.
(2) Echeverría, R. “Ontología del Lenguaje”, Dolmen, 1994.
(3) http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/Articulos/los7saberes/capituloI.asp
(4) http://www.eumed.net/cursecon/economistas/Cipolla.htm
(5) http://es.wikipedia.org/wiki/Principio_de_Hanlon o
http://en.wikiquote.org/wiki/Robert_J._Hanlon
(6) http://blog.pucp.edu.pe/eticaRSU
(7) Varela, F. “Etica y Acción”, 2ªEd., Dolmen, 1996.

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