martes, 22 de julio de 2008

Me gustó Batman

Aunque la vimos casi por obligación con uno de mis hijos, salimos inesperadamente satisfechos y sorprendidos de la última Batman. Trascendiendo la penosa pirotecnia, el simplote esquema maniqueo de los buenos y los malos, y las supermáquinas para impresionar de cine norteamericano, aparece un guión con fuerza.

Un Batman que tiene todo lo que pueda ambicionar un ser humano inculto (dinero, poder por encima de la ley, influencias, tecnología) y también lealtades que son las que humanizan este de otro modo trivial perfil. Sin embargo es prisionero de su personaje en una lucha permanente por sostener su sentido e impedir que se lo devoren sus monstruos internos. Es el símbolo del máximo poder humano que proporcionan el trabajo y "hacer las cosas bien", es el ORDEN amenazado desde su propia coherencia. Es el teorema de la incompletitud de Gödel haciendo de las suyas. Batman no tiene sueño que construir, es sólo un eterno tapagoteras.

El guasón aparece como el aristócrata del crimen, que está por encima de las tentaciones mundanas de dinero, mando o afecto. El crimen es meramente instrumental en su operar. Su vida se entrega a una causa superior, que es remecer la confianza de los ciudadanos de vivir en un mundo en orden, donde los planes resultan y proporcionan satisfacción moral más encima. El Guasón es Dionisos enfurecido, que con una creatividad sin límites arrolla todas las medidas de seguridad, todas las organizaciones que racionalmente persiguen sus objetivos, todos los afectos que sostienen nuestra fe en que vivir tiene sentido. Es la vitalidad selvática que se rebela en medio del insano zoológico humano de la gran urbe. Se hace querible.

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