jueves, 20 de agosto de 2015

La jurásica triestamentalidad como preludio de algo mejor



No deja de ser pintoresco el lenguaje de esta declaración proveniente de nuestro almácigo de profesionales, que con disfraz de bonsai asigna niveles de madurez y califica “pedagogías” …mientras se esfuerza por hacer “historia”. Me recuerda vagamente los juegos cuando éramos pequeños, inventando historias épicas y personajes temibles que a su vez no le temían a nada, en un mundo a nuestra medida.


Pero el tema que nos ocupa es serio, de adultos jóvenes, pero adultos en último término, que se la juegan entre la lucha épica y la insensatez, en una búsqueda de sentido y de hacer su mundo algo mejor. No es para tomarlo en broma.

Sin embargo, estamos sumidos en una batucada que no quiere ser musical, sino tributaria de la lógica sindical-patronal en que se ha planteado este conflicto, a falta de mejores ideas. Si al menos danzáramos juntos. Los estudiantes quieren ser protagonistas adultos de la Universidad, participar del gobierno y las decisiones. Bien. Sí, bien. Ahora...¿cómo se estructura un sistema coherente con esta aspiración?. A falta de un marco conceptual, se desentierran las categorías sesenteras del siglo XX, sin percatarse de su anacronismo.

En breve revisión: no hay guerra fría. La revolución armada de inspiración teórica marxista no tiene espacio hoy. La Iglesia implotó tras su retirada del progresismo, su restauración conservadora y la eclosión de su propia corrupción, perdiendo relevancia. Los Estados Unidos y Europa deben competir con una Asia pujante que se ha apropiado de la manufactura y se enriquece a costa de la decadencia de los primeros.

Las computadoras y la Internet han hecho tangible la Noosfera de Teilhard de Chardin, cambiando el tamaño del mundo que percibimos, su complejidad, la posibilidad de modelarlo, la información disponible, las conversaciones posibles y la velocidad a la que aprendemos y cambiamos. La sustentabilidad planetaria aparece por todas partes como un problema acuciante con el calentamiento global, la escasez de agua dulce, las catástrofes climáticas y todos los conflictos sociales que de allí derivan. La Informática ha aportado nuevas formas cooperativas y voluntarias de producción (Wikipedia, Linux) y un sentido general de horizontalidad y comunicación, de construcción cooperativa de realidad, que recién comenzamos a valorar.

Estamos en otro mundo que requiere ideas frescas, nuevas, potentes.

Se habla de “PEDAgogía”, que es ciencia que estudia la metodología y las técnicas que se aplican a la enseñanza y la educación, especialmente la infantil. La palabra proviene del griego παιδαγωγέω (paidagōgeō); en el cual παῖς (παιδός, paidos) significa "niño" y άγω (ágō) significa "guía", o sea "dirigir al niño". La primera precisión que sería prudente hacer es si conviene desplazar el marco conceptual a la andragogía o antropogogía, el arte y ciencia de educar adultos.

La Wikipedia nos ilustra. Rasgos característicos del adulto son que se motiva a aprender cuando tiene necesidades, su orientación para aprender se centra en la vida y tiene necesidad de autodirigirse profundamente. La Andragogía se basa en tres principios: participación, horizontalidad y flexibilidad.

La participación se requiere ya que el estudiante no es un mero receptor, sino que es capaz de interactuar con sus compañeros, intercambiando experiencias que ayuden a la mejor asimilación del conocimiento. Es decir, el estudiante participante puede tomar decisiones en conjunto con otros estudiantes participantes y actuar con estos en la ejecución de un trabajo o de una tarea asignada.

La horizontalidad se manifiesta cuando el facilitador y el estudiante tienen características cualitativas similares (adultez y experiencia). La diferencia la ponen las características cuantitativas (diferente desarrollo de la conducta observable).

Es de entender que los adultos, al poseer una carga educativa - formativa, llena de experiencias previas y cargas familiares o económicas, necesiten lapsos de aprendizaje acordes con sus aptitudes y destrezas.

Desde esta lógica, la participación estudiantil en el gobierno de la Universidad como empresa intelectual me parece obvia y necesaria para introducir dinamismo. Sin embargo, la "triestamentalidad" lleva en su base conceptual la carga retrógrada de una sociedad de castas (lo que difiere profundamente de una concepción de comunidad),  aunque es mejor que el gobierno de una sola casta. Pero no basta. Sin reflexión teórica sobre el proyecto histórico de la Universidad, la deriva nos llevará a un concepto de "junta de accionistas" de Serie A, B y C, que velan por sus intereses, sin un verdadero encuentro. El pensamiento neoliberal en todo su esplendor modelando la Universidad como una "empresa de servicios", ajena y enajenada. No es casual que nuestros planes estratégicos sean mayoritariamente colecciones de indicadores y metas, sin un proyecto articulador y movilizador.

Pero, la declaración de marras me alerta de que no es tarea fácil.  Si los petitorios se sesgan hacia sacar y sacar del saco universitario sin rellenar, el proyecto no se sostiene. Sin fines de lucro no implica fines de pérdida.
La ausencia de tantos otros estudiantes que han optado por permanecer en sus casas es otra señal de dificultad. Insisto: la falta de un marco de reflexión teórica de dónde estamos, y hacia dónde podemos ir es el verdadero peligro y "enemigo" (para los que necesitan "lucha"). Pero no todo es "porque los estudiantes..."

Si aceptamos la visión de un debate transversal, nos toparemos a corto plazo con el esquema de trabajo académico tradicional, inconsistente y anacrónico por su verticalidad, dogmatismo y grilletes creativos. La educación como proceso de fabricación, antes que como construcción colectiva. Como catecismo de certidumbres pretéritas y aplastantes antes que aprender a contemplar, a pensar críticamente, y requerir del pasado para inventar con originalidad los futuros posibles. Como esfuerzo individual antes que como empresa colectiva. Mientras tanto, se discute sobre el "botón de pánico", sin percibir que solo es un medio de hacer tolerable el fracaso colectivo. Hay mejores cosas de qué preocuparse.

El "desvalido meritorio" es objeto de una frivolidad publicitaria, en vez de constituirse en el núcleo articulador del accionar de toda la institución. ¿Somos capaces de imaginar una Vicerrectoría del Desvalido Meritorio?

Sigamos. ¿Qué sentido tiene hoy ser Universidad Técnica? Para muchos, un fósil conceptual, dada una epistemología que sólo ve en el escrito científico una expresión de conocimiento, mientras que ciegamente minusvalora o rechaza como tal lo que es el sí mismo emocional, o el colaborar social, o lo que no puede reducirse al lenguaje, como el trabajo del tornero, el soldador o el técnico en general. Si se nos invita a innovar, haríamos bien en reinterpretar la Universidad Técnica como el concepto que permite trascender el reduccionismo científico y movilizar el conjunto de los saberes necesarios para hacer realidad buenas ideas. ¿Técnicos transversalmente presentes en cada Campus o Sede, ya no importa hacer la diferencia?

¿Traer el arte a la Universidad en serio, como parte de la Academia, para introducir mutaciones conceptuales en la sesgada noción de realidad en la que vivimos?

Si la triestamentalidad es preludio de una comunidad que debate sobre los por qué y los cómo de la Universidad como reconstrucción permanente de sentido, bienvenida sea. Porque aunque lleva inevitablemente a cuestionar los métodos, los contenidos, la arquitectura física y las relaciones sociales de nuestro quehacer, puede traer vitalidad, y una mejor Universidad para todos. Si promueve conductas que se comprometan con el proyecto universitario antes que volcarse contra él, está bien.

Recordando a Saint-Exúpery, "los hombres destruyen los muros para asegurarse la libertad, pero ya es sólo una fortaleza desmantelada y abierta a las estrellas. Entonces comienza la angustia de no ser. Ciudadela, te construiré en el corazón de los hombres".