miércoles, 15 de mayo de 2013

Carta sobre la Carrera Académica

El tema de la aplicación del Reglamento de la Carrera Académica motiva inquietud, sobre todo si implica términos de contrato laboral. Sin intentar terciar en la discusión sobre las decisiones tomadas, y habiendo una carta colectiva en incubación, estimo adecuado comentar el modelo subyacente. En mi opinión, hay un error de fondo en que se está incurriendo al enfocar un problema de ecología de bosque nativo con lógica de plantación de pino insigne.

La carrera académica actual se enmarca en una visión que pone la pertenencia activa a comunidades científicas, expresada en publicaciones sometidas a sus estándares, como única forma claramente reconocida (válida) de desarrollo personal universitario. Me parece adecuada en su ámbito propio, pero es profundamente reduccionista. Hace tiempo que el mundo universitario viene evolucionando hacia una mayor variedad de actividades y formas de trabajo, reflejado en su matriz de financiamiento. Así, la promoción del aprendizaje en sus vertientes de pregrado, capacitación, programas de postítulo y educación continua, así como la creación y operación de estos programas
es un ámbito que requeriría su carrera ad-hoc sin miradas en menos. La innovación es un camino que se parece a la ciencia solo en algunas cosas. Ninguno de los dos tiene un reconocimiento razonable en la carrera académica científica.

Ahondando un poco más en lo anterior, la carrera académica científica propia de las universidades de investigación es un proceso cuyo centro es producir teorías, conceptos, modelos o datos a partir de experimentos de laboratorio o recolección de información desde el entorno natural, los que se encapsulan posteriormente en publicaciones. Los conocimientos prácticos generados  en equipos de personas entrenadas y competentes no constituyen resultado formal reconocido y no son evaluados. En esta actividad se recurre a equipamiento complejo y sofisticado, y a herramientas conceptuales accesibles solo a una élite, y poca duda hay que sin su concurso, habría pocas nuevas ideas con las cuales alimentar la innovación.

Sin embargo, los académicos del área científica frecuentemente consideran que transformar sus experimentos e ideas en productos comerciales no es de su incumbencia, y que ello es tarea “de la industria”. La realización de ese proceso es un ámbito que requiere otro marco conceptual, más afín a los procesos de innovación industrial, que incorpora saberes propios del mundo de los negocios. Allí, importa el diseño del dispositivo, los materiales, garantizar resistencia mecánica, adecuado manejo de la disipación de calor, seguridad en su operación, uso eficiente de la energía, bajas emisiones electromagnéticas, manejo controlado de residuos, la ergonomía, altos niveles de disponibilidad, bajo costo de inversión y operación, mantención mínima, desgastes confinados a piezas de recambio de mínimo costo, mercado al que apunta, volumen de producción esperado, proceso de manufactura, sustitutos y competidores, etc., temas que mayoritariamente no se publican y que por ello no están sujetos a reconocimiento formal en la mecánica de contabilidad científica de publicaciones y citas. Estos saberes son considerados "técnicos" o "comerciales" con alguna connotación despectiva. No existen revistas ISI destinadas a publicar artículos sobre estos temas, salvo que se trate de abstracciones teóricas. Sin embargo, qué duda cabe de su relevancia.

Detrás de este sesgo se esconde la pérdida de conciencia colectiva del valor de ser una Universidad Técnica, y el esfuerzo legítimo (pero con guiños arribistas) de asemejarse a las Universidades de investigación. El conocimiento valorado en este esquema es el escrito en artículos, mientras que el que se construye en forma de organizaciones capaces, productos transables o nuevas empresas no se percibe siquiera. Sin embargo, los técnicos y sus habilidades para materializar prototipos y enfrentar los problemas de ingeniería que surgen cuando hay que hacer operar un fenómeno o principio en una máquina, satisfacen una necesidad que las universidades de investigación no abordan. La fortaleza de la Universidad Técnica está precisamente en el trabajo en equipo de ingenieros y técnicos para ir más allá. Muy distinto a la vertiente de pensamiento actual.

El trabajo mancomunado de ingenieros y técnicos es el que permite abordar la variedad de problemas que implica el desarrollo de nuevas máquinas, sistemas o productos, que se ha perfilado más arriba. Todo esto es en gran medida ajeno al mundo científico, mientras que representa el centro de las preocupaciones de quienes deben diseñar, construir, operar y mantener esos dispositivos.

Lo docente está bastante más definido, el problema es de prestigio, según lo planteado más arriba.

En conclusión, la Carrera Académica actual reduce lo valioso en la Universidad a la ciencia, y fuerza a todos a ser medidos con esa vara. El aprendizaje o la innovación son campos que, requiriendo de otras habilidades y produciendo en terrenos distintos de la publicación, no reciben un canal igual de formal para su evaluación, distorsionando su valor con tonterías tales como comparar patentes con publicaciones.

Si hay que hacer una carta, es para que haya variedad de trajes y tallas, en vez de un uniforme.