jueves, 30 de junio de 2011

¡Otra vez el lucro!

Cuando estamos próximos a cumplir un mes de renuncia de los estudiantes a realizar las actividades que la Universidad les ofrece y prescribe para su formación, intento una vez más entender lo que ocurre. Me llama la atención la duración de esta crisis, sin que mediara un detonante inicial potente.  El gobierno hace anuncios de más lógica monetaria en educación el 21 de mayo y poco a poco se empieza a producir este lahar que reúne un descontento profundo de muchos. 

En esta crisis se conjugan por un lado el pobre desempeño educacional de nuestro país en el concierto internacional (una medida más objetiva de que podemos hacerlo mejor, y de la que poco se ha hablado), y por otro lado, el enfoque que se hace de la educación como un mercado de servicios donde lo central es el dinero que se invierte, cómo se gasta, si cuadran las cuentas, si el alumno pagó o no pagó, si el dueño tiene o no tiene poder y un sin fin de otras preocupaciones propias de comerciantes. Antes pensé que era inevitable. Hoy pienso que se requiere de medidas culturales antisépticas.

La educación tiene mucho en común con el amor. Parte por cuidar de otro. Respetarlo con autenticidad, no con la cortesía interesada de hoteles de muchas estrellas. Ayudarlo a crecer. El dinero tiene su lugar en ambos, pero cuando intenta ocupar el centro, lo corrompe todo. El problema es que estamos inmersos en una red de conversaciones que pone el dinero al centro. Las personas encargadas de mejorar la educación solo piensan en servicios. 

No me importa si la educación sale más cara o más barata, con tal de que el espíritu de Maturana y Varela tenga donde existir y multiplicarse. No les imagino "fichando" por una organización donde el Gerente de Recursos Humanos o Cazador de Cabezas pudiera faltarles el respeto pauteándolos o exigiéndoles eficiencia docente. Los profesores universitarios no son obreros del saber al servicio de rectores o decanos sostenedores dueños de inmobiliarias.

Si les confiáramos el amor a esas mismas personas, rápidamente dirían que es un mercado de sexo sin fines de lucro, donde lo importante sería el número de prestaciones y su tasa de crecimiento anual. Muy poco tiempo después, crearían Corporaciones de Promoción del Amor (sin fines de lucro, por supuesto) y luego crearían cadenas inmobiliarias que arrendarían moteles, casetas, vehículos, rincones sombríos y toda clase de gadgets a las Corporaciones para que éstas pudieran ejercer su función promotora. No me sorprendería que también fueran a misa y consideraran la homosexualidad una anomalía.


Hidroaysén es una muestra más de esta manera de ser y actuar. Sabemos que hay que producir energía eléctrica, y sabemos que es un problema serio. Pero para la gran mayoría de los que no tenemos parques naturales propios, y que nos alimentamos de compartir la naturaleza apenas intervenida como una fantasía espiritual de primera necesidad, nos violenta la grosería del poder político y empresarial para atropellar la modesta institucionalidad ambiental en su intento de hacer responder las preguntas que corresponden . Desde el núcleo del gobierno llega la orden impúdicamente pública a los SEREMIS de declarar aprobada la iniciativa, y probablemente a los jefes de servicios técnicos y científicos de sustituir los informes críticos de sus especialistas por cartas de conformidad. Abuso de poder para beneficio de unos pocos es según el diccionario la definición de corrupción. Por ello, Patagonia ¡sin represas!.

Creo que vale la pena hacer esta pérdida de clases, aunque sólo sea para invitar a pensar a nuestros gobernantes y a nosotros mismos en la necesidad de considerar a la poesía en nuestro diseño de organizaciones. La receta neoliberal de convertir previsión, salud, educación, servicios, deportes y otras cosas en empresas de negocios genera eficiencia de funcionamiento, pero enajena los objetivos sociales originales y mata el sentido de "nuestro" que necesita la vida social para ser tal. Hace recordar el titulo de la novela peruana "El mundo es ancho y ajeno".

El clamor de los jóvenes de Chile es por añoranza de lo que no tiene precio, de lo que se da sin medir, sin dejar registro y sin evaluar. Es porque la educación, al igual que el amor, sea un territorio libre de tarifas.

P.D. Sobre los parentescos entre amor y educación, invito a leer esta otra publicación.