viernes, 2 de junio de 2006

¡Paren esta educación para bajarme!

o algo parecido decía Mafalda hace algunos años. Me reconforta saber que hay chicos que combinan lucidez con valor para emprenderlas contra un sistema del que no creen su propuesta básica: que tendremos mejor educación si la pensamos como un negocio empresarial. Esto partió de aplicar el principio neoliberal de aprovechar el dinamismo creativo empresarial para renovar un sistema de funcionarios instalados en sus puestos. El tiempo muestra que los valores y prácticas de los empresarios reales no necesariamente conducen a una mejor experiencia educativa, que se reemplazan algunos vicios por otros nuevos, que las mejoras buscadas no llegan. Los chicos no quieren ser clientes de escuelas ajenas, quieren ser protagonistas de su propio desarrollo, en SU colegio. No quieren ser objeto de un proceso científico de traspaso de información. No quieren consumir experiencias rígidas prefabricadas y optimizadas para maximizar las ganancias de nadie. No quieren ser productos de una máquina educativa como ésta y pagar más encima por ello (no digo que la educación deba ser gratuita, sólo que hay que pagar por una educación que funcione y tenga sentido).
El motor y centro del sistema tiene que ser aprendizajes de cómo ser miembro pleno de una comunidad que vive un desarrollo sustentable y creativo, y de qué significa esto en la práctica.
Los cambios también tienen que llegar a la sala de clases. El auditorio para anotar sentado es un espacio físico que consagra relaciones autoritarias, de desigualdad y resultados obtenidos por temor y coerción antes que por compromiso. Varios de nuestros estudiantes se han referido a la monotonía de este aprendizaje despojado de un sentido para ellos.
En un taller de reflexión-acción que hemos recorrido buscamos abrir nuevas posibilidades para todos, que mejoren la experiencia presente y futura de aprendizaje, mostrando otras formas posibles de explorar.
Los talleres de aprender haciendo son más efectivos, aunque los partícipes no siempre puedan hablar inmediatamente con fluidez de lo que han aprendido. Para eso está la reflexión. No sólo hay que saber cómo hacer cosas. También tienen que tener un sentido, que sólo puede ser asignado por cada uno a través de la reflexión. Es pensar en lo que hago por mí y no sólo responder a exigencias. Cuando ya se logra hablar de lo aprendido, es profundo y permanente.
Es vital aprender a ser parte de un clima de "nosotros", de comunidad de personas, para nunca perder de vista que el saber genera poderes y responsabilidad por los impactos del uso de tales poderes. Por eso el desbloqueo de las trancas internas por timidez o miedo, el desbloqueo de hacer lo que hace la mayoría, el desbloqueo de tratar de hacerlo perfecto, el desbloqueo de adherir a estereotipos conceptuales rígidos, la capacidad de explorar sin objetivo definido, la capacidad de transgredir si se percibe necesario.
Por eso también descubrir el nosotros en la conversación, el contacto corporal, la acción en conjunto.
Por eso el prestar atención a las propias sensaciones, a los sentidos. Por eso
mostrar que la realidad que vivimos no es objetiva, que depende de los sentidos que usamos, de las emociones cuando percibimos o de las ideas con que entendemos. Podremos escuchar mejor ideas nuevas si no nos atamos a la rigidez de pensar que la realidad es una sola, y el que no ve lo que yo veo está equivocado o es mentiroso. La realidad siempre depende de cómo nos sentimos en el grupo en que participamos.
Me inquietó el mensaje de la presidente a propósito de las medidas en respuesta a las demandas del paro estudiantil. El pase escolar es importante, las raciones de colación también, las becas PSU, las inversiones en infraestructura también, pero me parece "cosista" ver el problema sólo desde ese prisma. Creo que NADA es más importante que las conversaciones y las relaciones sociales donde se realiza el aprendizaje, y de eso se habló poco o nada.
Es importante cambiar la LOCE, pero cómo ocurren nuestras experiencias formativas es el principal tema a debatir para mí.